El frenazo de la economía alemana y la recesión en Italia ponen a España en alerta. Bruselas rebaja al 1,3 % la previsión de crecimiento para el 2019, seis décimas menos de lo que preveía
18 abr 2019 . Actualizado a las 11:19 h.«No podemos ocultar que el crecimiento se desacelera», aseguró resignado esta semana el comisario de Economía, Pierre Moscovici. El francés no se anduvo con paños calientes. Las cosas se están torciendo en la eurozona y no hay visos de que sus economías puedan remontar a lo largo de este 2019. El crecimiento tocará suelo, hasta el 1,3 %, seis décimas menos de lo previsto en el pasado mes de noviembre. La pérdida de dinamismo económico confirma que la cresta de la recuperación ya ha pasado y que el aterrizaje suave que esperaban las autoridades europeas podría verse sacudido por repentinas turbulencias globales. El nivel de incertidumbre y volatilidad es muy alto. «Esta situación se debe a que nuestro entorno internacional se ha debilitado», asegura el francés, quien tampoco evita entonar el mea culpa: «No conviene ocultar que esta desaceleración, pronunciada en el segundo semestre del 2018, no se explica solo por causas externas». Y es que Alemania arrastra meses de apalanque industrial, Italia trata de mantener a raya el contagio de la inestabilidad política a su economía y Francia concentra sus esfuerzos en apagar los estallidos sociales derivados de la precarización del mercado laboral. La guerra comercial desatada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está pasando factura a las economías europeas, nadie lo pone en duda, pero hay otros síntomas preocupantes que apuntan en una dirección clara: las cadenas de transmisión del euro empiezan a fallar y el impacto ya está a la vista.
Alemania apaga el motor
La locomotora europea sigue perdiendo aceite y coquetea con la recesión técnica. La economía alemana se contrajo por primera vez desde el 2015 un 0,2 %. Lo hizo en el tercer trimestre del año, lastrada por las exportaciones y la industria del automóvil. El sector atraviesa enormes problemas para adaptarse a los nuevos estándares de calidad. «En el sector de la automoción ha habido a finales del 2018 un cuello de botella por la certificación ambiental, lo que ha hecho que se reduzca la compra de vehículos», confirmó Pierre Moscovici. El galo ve signos preocupantes: «La demanda de importación de nuestros socios comerciales se ha estancado (…) El crecimiento alemán se reducirá como resultado del debilitamiento de las exportaciones y un crecimiento del consumo privado decepcionante, a pesar de la situación de empleo boyante», anticipó.
Las cosas no pintan bien de cara al cierre del cuarto ejercicio. Oxford Economics catalogó de «horrible» la lectura del desempeño manufacturero desde el mes de octubre. En la arena internacional se respira un clima de guerra comercial entre Estados Unidos y China. Para una economía como la alemana, volcada en la exportación, cualquier temblor puede desencadenar consecuencias nefastas. Muestra de ello es que el 50 % de la contracción trimestral estuvo vinculada al descenso de las exportaciones. La incertidumbre ha empujado el consumo privado a la baja, encendiendo las alarmas de ciudadanos y empresarios. El índice de confianza ha caído a niveles que no se veían desde agosto del 2012, en pleno temporal financiero. A pesar del aire gélido que sopla en el norte, las autoridades alemanas dan por hecho que el país ha esquivado la temida recesión. Los expertos internacionales no son tan optimistas. «Todavía existe el riesgo» de un ajuste tardío, asegura Oxford Economics. Un ajuste que podría confirmarse el próximo 14 de febrero, cuando se publiquen las cifras definitivas. El Gobierno alemán se adelantó esta semana anticipando un escenario más negativo del previsto y revisando el crecimiento del 2019 a la baja, del 1,8 % previsto al 1 %. Otro signo de fatiga ha sido la inesperada caída de los pedidos industriales (1,6 %) en el mes de diciembre, según publicó esta semana la Oficina Federal Estadística de Alemania. El país también está experimentando un ligero ajuste en su vasta balanza comercial tras años de dominio aplastante. Una posición que contribuyó a agrandar los desequilibrios dentro de la eurozona.
El infierno italiano
El parón alemán está todavía lejos de convertirse en el montón de cenizas al que se está reduciendo la economía italiana a causa de las aventuras presupuestarias emprendidas por su Gobierno, capitaneado por los populistas del Movimiento Cinco Estrellas y la ultraderechista Liga Norte. Sus planes expansivos y su pulso a las normas de estabilidad de la Unión Europea se han traducido en una contracción brutal de la economía. Italia entró en recesión en el último trimestre del año tras una caída de la demanda doméstica. Acumuló una destrucción del PIB de un 0,1 % y un 0,2 % en los últimos dos trimestres del año y Bruselas ha revisado su crecimiento para el 2019 pasando de un 1,2 % a un peligroso 0,2 %. A diferencia de Alemania, las causas de este deterioro no son meramente comerciales o industriales. Aunque la economía italiana arrastra una enorme deuda (131 % del PIB) y sufre la atrofia de sus administraciones públicas, lo cierto es que ha sido la incertidumbre propagada por las maniobras de su Ejecutivo la que ha provocado un deterioro en las condiciones de financiación del país. Ese componente político de la recesión ha hundido el frágil crecimiento que venía registrando la economía italiana desde la crisis. La recuperación nunca llegó a tomar forma. «De alguna manera los hechos cantan. No parece que la expansión keynesiana que se anunció se haya plasmado en la práctica», deslizó con ironía el comisario Moscovici.
¿Existe riesgo de contagio a España?
La economía española se resiste a perder la inercia positiva que arrancó en el 2014 tras su desplome brutal en la cresta de la crisis financiera. De las cuatro potencias del euro (Alemania, Francia, Italia y España), es la que mejor aguantará el tirón en el año que acaba de comenzar. A pesar del impulso que han tomado las exportaciones en el cuarto trimestre del 2018, Bruselas prevé que el crecimiento económico se desinfle hasta el 2,1 % este ejercicio. La cadena de transmisión que conecta a la economía española con la alemana trasladará el viento gélido a España en el 2020, cuando el PIB se quedará anclado en el 1,9 %. El invierno tardará en llegar, pero se dejará notar. No solo por la contracción de la demanda interna, también por los vasos comunicantes que conectan a ambas economías. Alemania es el segundo destino principal de las exportaciones españolas. Los bienes industriales (automoción, semimanufacturas y bienes de equipo) constituyen casi las tres cuartas partes de ese pastel, según cálculos del Instituto de Comercio Exterior (Icex).
Si la maquinaria alemana se paraliza, las empresas auxiliares españolas tendrán que redirigir sus exportaciones para no colapsar. Las cifras apuntan a un posible contagio tempranero. De enero a noviembre del 2018 las exportaciones a Alemania ya decrecieron en un 0,2 % respecto del año anterior. El mal desempeño de la economía germana y la volatilidad también pueden golpear de lleno a las inversiones en España. Alemania es uno de los principales inversores directos con los que cuenta el tejido empresarial ibérico. «Vivimos un momento de incertidumbre excepcional que puede afectar a las inversiones y al consumo. Podría tener un efecto más severo del esperado», reconoce Bruselas. Sus equipos de expertos han elaborado sus predicciones sin contar el seísmo que podría provocar un brexit duro en una zona euro que ya muestra síntomas de anemia económica con dos trimestres seguidos registrando crecimientos exiguos del 0,2 %. Aunque de perfil, la colisión de la economía italiana podría cercenar todavía más las perspectivas de crecimiento españolas, puesto que el país alpino es el quinto socio comercial de España (18.200 millones de euros).