Campesinos y ecologistas chocan por las medidas del Gobierno alemán para cuidar la biodiversidad y el medio ambiente, que ponen bajo el foco el uso de algunos fertilizantes
10 feb 2020 . Actualizado a las 11:39 h.Al calor de ese fenómeno verde que es Greta Thunberg, la opinión pública de la primera potencia europea reclama cada vez más un cambio hacia un modelo agrícola respetuoso con los animales y el medio ambiente. Sin embargo, los agricultores alemanes no quieren oír hablar de poner fin a los pesticidas, de implementar nuevas normas sobre fertilizantes ni de subvenciones solo para la carne y la leche ecológicas, medidas que, a su juicio, están obstaculizando su trabajo diario, restándoles competitividad y agravando aún más la crisis del sector. Por eso, a mediados de enero cerca de 40.000 campesinos, acompañados de unos 5.600 tractores, sacaron a pasear su ira a las calles de Berlín y una decena de ciudades del país.
«La mantequilla, el pan y la cerveza salen de nuestra cosecha» y «agricultores arruinados, alimentos importados», así rezaban algunas de las pancartas con las que el movimiento El campo crea vínculos salió a protestar contra la política agrícola del Gobierno de Angela Merkel. Se trataba de la tercera macromanifestación, después de la que congregó en octubre a 100.000 personas en 28 puntos de Alemania, y de la que reunió a decenas de miles frente a la céntrica puerta de Brandemburgo de la capital el pasado noviembre. Entre hileras de tractores y el sonido de los silbatos, uno de los campesinos resumía de esta forma el sentir de todos sus colegas: «Nos encanta arar para la población, pero solo con el respeto necesario y la remuneración adecuada».
El campo crea vínculos exige al Ejecutivo de la gran coalición que desobedezca a Bruselas, al no aplicar la nueva y endurecida normativa sobre fertilizantes para luchar contra la contaminación de las aguas aprobada por la Comisión Europea, que debería entrar en vigor este año. En lugar de ello, le insta a «crear juntos reglas propias, tras llevarse a cabo un diálogo especializado», explica Maike Schulz-Broers, participante en esta iniciativa.
Asimismo, rechaza el programa europeo bautizado como green new deal, que pretende reducir al máximo el uso de pesticidas con el fin de combatir las emisiones contaminantes. Por último, el movimiento denuncia que el llamado plan de protección de los insectos, anunciado en septiembre por el Gobierno germano, implique prescindir del glifosato en el 2023 y, ya antes del 2021, de los herbicidas e insecticidas en las zonas vulnerables. Algo que, en su opinión, solo llevará a un aumento de las importaciones de productos extranjeros más baratos.
A escasos metros de allí, el colectivo ecologista !Estamos hartos! -apoyado por unas 27.000 personas- reivindicaba al mismo tiempo prohibir la venta de alimentos a precios de dumping, así como la trituración de pollitos y la castración de cerdos sin anestesiar. Ambas concentraciones se celebraron en el marco de la Grüne Woche, la Feria de Agricultura que tiene lugar cada año en enero y reúne a expositores de todo el mundo durante dos semanas en la capital alemana, y simbolizan la polarización que existe hoy al respecto en la locomotora europea.
Una polarización que se hace patente también entre la plana política. De un lado, el líder del partido Los Verdes, Robert Habeck, aplaude que, tras décadas de inactividad, el Ejecutivo esté abrazando por fin normas respetuosas con la biodiversidad y el medio ambiente. De hecho, su formación va más allá y aboga por que en todos los productos el consumidor pueda reconocer en qué medida se tuvo en cuenta el bienestar del animal durante el proceso de fabricación. Del otro, el liberal Gero Hocker critica la actitud del Gobierno hacia los agricultores que, según él, «no son más que pequeños y medianos empresarios que se preocupan por su existencia». Por su parte, desde La Izquierda insisten en que el cuidado de los animales y el clima no puede ser una tarea exclusiva de campesinos.