La segunda extinción del plátano

Héctor Estepa
Héctor Estepa BOGOTÁ

MERCADOS

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La variedad cavendish, la más demandada en el mercado, está amenazada por un hongo imposible de exterminar ya que se oculta en la raíz de la planta

08 sep 2020 . Actualizado a las 15:40 h.

 El plátano, tal y como lo conocemos, podría desaparecer en un futuro no muy lejano. Un hongo, conocido como fusarium oxisporum, ha puesto en jaque a los científicos, y amenaza las plantaciones de Cavendish, la variedad utilizada para la práctica totalidad de la exportación de la popular fruta.

Conocido también como TR4, o mal de Panamá, el hongo apareció en la década de los 90, y se extiende ya por decenas de miles de hectáreas en China, Indonesia, Malasia y Filipinas, causando unas pérdidas de unos 400 millones de dólares, según la web fusariumwilt, que registra sus efectos.

Se han detectado casos en África, Australia, Jordania y, recientemente, en la Guajira colombiana, provocando pánico no solo en el país cafetero, sino también en sus vecinos, como Ecuador, que intentó blindar sus plantaciones.

El mal de Panamá acaba con los platanares de manera silenciosa. «Es muy difícil de controlar», comenta Dan Bebber, profesor de Ecología de la universidad británica de Exeter, y experto en el hongo.

«Ataca al plátano a través de las raíces, así que no podemos fumigar las hojas para controlarlo, como sí hacemos con otras enfermedades. Tampoco podemos tratar el sustrato con fungicidas, porque sería muy caro y mataría el resto de hongos en el suelo, siendo algunos beneficiosos», añade.

El plátano de consumo se enfrenta, así, a su segunda extinción. El mal de Panamá no es nuevo para la industria bananera. Una primera cepa del hongo acabó, en los años 50, con la variedad Gros Michael, entonces la más popular entre los exportadores.

Hace siete décadas no se pudo contener al parásito y, en pocos años, los empresarios cambiaron al entonces plátano de referencia por el Cavendish, variedad creada en una casa señorial de Derbyshire hace 170 años, y bautizada en honor a los nobles del lugar.

La nueva referencia era más pequeña y menos sabrosa que el Gros Michael, pero era inmune al mal de Panamá, y también soportaba largos viajes en barco, al contrario que parte de las otras 1.000 especies de plátano, algunas de las cuales no son comestibles. «Muchas no pueden ser usadas para exportación porque no viajan bien. El Cavendish es genial porque se recolectado en verde y se envía a Europa o EE.UU., madurando antes de su venta», apunta Bebber.

El estupor de la industria fue mayúsculo cuando una nueva cepa del hongo, la aparecida en los 90, demostró ser letal para el Cavendish, y comenzó a expandirse, adherida a las botas de los trabajadores de las fincas, en las ruedas de los camiones, o en los contenedores de carga.

Varios grupos de científicos trabajan desde hace años para salvar la industria. «La mejor táctica es mantener la plantación limpia para que no se infecte», cree Wu Wen, investigador de la Universidad de Wageningen, en Países Bajos.

Parte de la comunidad opta por mejorar el Cavendish a través de la ingeniería genética, impopular para algunos consumidores.

«Necesitamos una oferta de nuevos plátanos diversos y resistentes a la enfermedad que cumplan con las demandas del mercado», considera Gert Kema, profesor en la Universidad de Wagenigen, que formó parte de un equipo que consiguió crear un plátano resistente al hongo en Australia.

Kema considera que el modelo de la industria, basado en monocultivos, está obsoleto y es un obstáculo para un sistema de producción sostenible.

De la misma opinión es Alistair Smith, uno de los promotores de ‘Banana Link', proyecto que aboga por un cambio de sistema de producción con «un manejo orgánico de las enormes poblaciones de micro organismos del subsuelo».