A Elvira Furelos nunca se le acaba la batería; más bien la recarga ella en su entorno. Relaciones públicas, empresaria, socia, madre, esposa, amiga, soñadora incansable y tenaz, se empeñó en conseguir que los gallegos generasen en su tierra el valor añadido que ella les había visto crear fuera; y así fue como una niña de aldea se puso a hacer branding. En realidad, ella es su propia marca.
27 dic 2020 . Actualizado a las 15:06 h.En un pub pensaron sus padres que quería trabajar cuando les dijo que se iba a matricular en Publicidad y Relaciones Públicas, en A Coruña. «En aquella época los relaciones públicas trabajaban en la noche, y como a mí me gustaba mucho la fiesta...». Pero ella tenía muy claro que ese era el mundo en el que quería desarrollar la imaginación y la creatividad que ya desbordaba de pequeña, cuando compartía vivencias con la abuela Erundina en Abalo, la parroquia de Catoira en la que ahora Elvira Furelos Ferreirós (Catoira, 1979) vive con su marido y sus tres hijos. «Me mudé a mis raíces», dice nostálgica.
-¿Fue fácil abrirse camino?
-Éramos cuatro amigos en la carrera, nos llamábamos los cuatro jinetes del Apocalipsis, y nos fuimos a Barcelona porque queríamos conocer mundo. Allí trabajamos en el Fórum, donde conocí a los reyes, que entonces eran príncipes, a Gorbachov y a otra mucha gente interesante. Aquello me impresionó mucho y decidí que quería viajar a otros países; ir a Londres, Berlín... Pero me vine un verano a casa y conocí al que hoy es mi marido. Me enamoré, y me quedé.
-¿Tuvo que renunciar a sus proyectos?
-Llevé márketing en varias empresas. Yo sabía que quería hacer eso, ayudar a las empresas a crear su propia marca, y junto con uno de aquellos cuatro amigos, Víctor Suárez, monté Naranjalimón, una firma de branding aquí, en Vilagarcía.
-¿Qué le ofrecen al cliente?
- Hacer branding es desarrollar una marca, diseñar una estrategia de márketing pero siempre partiendo del sentido común. El objetivo es dar a conocer un producto pero con un argumento, con un hilo conductor.
-¿Está extendido el concepto en Galicia?
-Cuando explico lo que hago, hay gente que me dice que me tengo que ir de aquí, pero yo no lo veo así, yo busco al cliente donde esté. ¿Y qué le ofrezco? En Naranjalimón queremos sacarle el jugo a lo bueno que tienen los productos, sobre todo, los productos gallegos. Yo veía que los gallegos hacían cosas muy interesantes fuera, y me propuse apostar por eso, pero aquí, apostar por el producto gallego en Galicia.
-¿Quién fue su primer cliente?
-Mar Rodríguez Meseguer, la directora gerente de Tee Travel. Cuando acabé la carrera, me puse a trabajar para poder irme a Barcelona, y lo hice en el bar de sus padres. Ella estaba empezando y creyó en mí, es una curranta y hemos vivido juntas experiencias muy buenas. Y así fuimos poco a poco. Yo creo que tienes que tener muy claro a qué público te diriges y luego desarrollar una acción coherente que incluye el nombre y el logotipo. Es muy importante que tu logotipo comunique, porque no siempre estás tú para contarlo. Nosotros hemos apostado por los artesanos, por la economía local, y la gente, al ver lo que hacemos y que eso les hace crecer, pues confía en nosotros. Generalmente, el cliente que nos busca quiere reinventarse, quiere hacer algo distinto.
-¿A los gallegos nos falta creer en nosotros mismos?
-Al gallego le cuesta vender su producto. Tiene un producto maravilloso, pero no sabe venderlo. Sobre todo, en las zonas del rural. Falta externalizar y diversificar las funciones dentro de la empresa, falta profesionalizar el trabajo, que cada zapatero se dedique a sus zapatos, que otros se encarguen del márketing y las cuentas, y tú, encárgate de tu producto. Si lo quieres hacer todo personalmente, no va a funcionar.
«En la pandemia creé una empresa de distribución de cajas de pícnic para gourmets»
Detrás de algunos de los grandes logros de márketing en Galicia está Naranjalimón. Diseñaron la campaña del queso San Simón da Costa de 52 semanas o la de Mel de Galicia y, recientemente, se ocuparon de la organización de Catas de Galicia 2020.
-¿Cómo les está afectando la pandemia, tanto a ustedes como a sus clientes?
-Nos afectó, por supuesto, pero nos hemos adaptado. Con la gala de entrega de premios de los vinos, por ejemplo, que otros años juntábamos a 400 personas, pues este año hicimos minigalas por zonas y luego, una final por streaming. Y nuestros clientes, lo mismo. Frente a nuestra oficina en Vilagarcía está Carmen, del Andaina, un local de hostelería que se reinventó, que de un día para otro adaptó la carta con servicio a domicilio. Un empresario no puede quedarse quieto.
-¿Mucho ajetreo para las fechas navideñas?
- Pues sí, porque en la pandemia me dio por diversificar el negocio. De repente, me entró miedo y creé una empresa de distribución de cajas de pícnic para gourmets. Es algo muy extendido en Estados Unidos, pero aquí todavía no se conoce mucho. Nosotros ya lo habíamos hecho en el Festival de la Luz, de Luz Casal. Como por el covid no se puede compartir comida, preparamos unas cajas muy bonitas y sabrosas con productos de calidad, y eso es lo que vamos a hacer ahora en Guala, momentos gourmet, solo con productos de denominación de origen, que lo mismo valen para llevarlos a casa que para hacer un pícnic o para servirlos en el barco. Y en eso estamos, preparando los pedidos.
-Tiene usted una energía envidiable. ¿Cuál es su secreto?
- Yo no podría hacer nada sin mis gajitos; sin mi marido, mi socio y las personas que colaboran con nosotros. Y lo mismo digo de los clientes. Creo que soy una persona muy afortunada, porque he tenido muchas suerte con ellos. Clientes y proveedores forman parte de la empresa. Nosotros somos su micrófono y para esto tiene que haber empatía. Es un maridaje.