Es frecuente que, en mis clases, formule una pregunta que hoy les traslado. Si el capitalismo fuera un animal, ¿cuál sería? La inmensa mayoría sugieren uno salvaje, habitualmente un depredador. Dada esa percepción, lo natural es que las políticas para controlar el sistema sean siempre agresivas. El subconsciente les está diciendo que habría que domarlo, contenerlo, derrotarlo. Si se le deja libre, podría devorarles. Pero ¿quién será el domador? Lógicamente, no existen muchas opciones: el Estado. Si uno está ubicado en esta línea, lo natural es que vea con simpatía políticas económicas que refuercen el papel de las administraciones y reduzcan el poder del sector empresarial.
La salida al mercado laboral y su encontronazo con la realidad de la vida les hace ver, a mis estudiantes, que ellos son parte del ejército de esa fuerza depredadora, que, por otra parte, no es ni tal ejército, ni en absoluto depredador. Ah! Me he olvidado de decirles cuál es, en mi opinión, el animal que mejor lo simboliza: el burro. El pobre equino, tan poco querido por novelistas y literatos, representa perfectamente al sistema. Se mueve por estímulos, y si le das los apropiados serás capaz de conducirlo a donde desees, incluso podrías conseguir que se cayera por un barranco. Lo haría si la zanahoria fuera lo suficientemente atractiva. Ahora, si deseas imponerle tu voluntad, será capaz de morir en la resistencia.
¿A cuento de qué les digo esto? Porque hoy me he levantado viendo el gráfico que muestra las previsiones de crecimiento del tercer y cuarto trimestre. No me han sorprendido, porque hace semanas que ya les hablé del enfriamiento acelerado del otoño, pero sí me han enojado. ¿Por qué? En más de una ocasión, y esta es una de ellas, siento que vivo en un país gobernado por aquellos que visualizan al capitalismo español como un león voraz. ¿Será que aún no han salido al mercado laboral? Será.
En el 2020 fuimos el país desarrollado que más cayó y en el 2023 seremos de los que más han tardado en recuperar la posición precovid. ¡Qué fácil hubiera sido hace dos años haber creado un abanico de estímulos empresariales que impulsaran el consumo familiar y estimularan la inversión empresarial! Todo ello, con cuatro obsesiones en la cabeza: la competencia empresarial, la defensa de la clase media, de la propiedad privada y de la seguridad jurídica.
Frente a esto, nos encontramos con medidas acertadas salpicadas, en más de una ocasión, por otras populistas, como la nueva carga fiscal a la banca. Se basará, según algunas fuentes, en un recargo del 5 % a las comisiones y a los intereses que abone por su endeudamiento. Es decir, cada vez que pida un préstamo o un crédito, a los intereses que abone se le hará un recargo del 5 % que irá a las arcas de la Administración central. El gladiador ha saltado a la arena para acuchillar al león y que el público disfrute con la sangre. El guiño al electorado a la izquierda del PSOE es más que evidente. Aunque tiene su lógica política intentar pescar en un caladero invadido de divisiones y guerras de ego, lo triste es que no es más que un mal gesto. Si se desease ir más allá en la complicidad con el esfuerzo de los españoles, hoy estaríamos hablando de recortar el gasto ineficiente del Estado, de cómo incrementar aquellas partidas que mejorasen el sistema. Estoy pensando, entre otras, en aquellas vinculadas a la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia o al Ministerio de Justicia. Lo dicho, aporrear al burro nunca ha sido un buen negocio.