Un tipo listo el director ejecutivo del gigante mundial de petróleo y gas. Cuando llegue la resaca de esta gran ola inflacionaria que amenaza con erosionar los cimientos de la economía europea nos ilustrará desde una tribuna con argumentos de cómo de una crisis tan profunda surgen oportunidades. Desde luego Shell, como otras grandes energéticas, ni en sus mejores sueños se imaginó unos beneficios récord en sus cuentas a costa de una imprevista, y bendecida, subida del precio de los hidrocarburos.
A Ben van Beurden (Países Bajos, 1958, Consejero Delegado de Shell) el lucro de la coyuntura actual también le ha caído del cielo. Y en el momento más crítico de su carrera. Justo cuando los inversores —que durante la pandemia vieron recortados sus dividendos a más de la mitad— pedían su cabeza en un intento por cambiar el rumbo del gigante energético. Pensó que las grandes ganancias sobrevenidas por circunstancias inesperadas le enmendarían la plana porque, lo cierto es que el dinero entra a espuertas en las arcas de la multinacional, sin más gestión que los elevados precios del gas por la alta demanda tras la crisis sanitaria y la invasión rusa de Ucrania. Y cuando esto ocurre, como en u partido de fútbol, lo que importan son los resultados. Pero ha sido solo un paréntesis, porque el consejo quiere su relevo y ya tiene varios candidatos para sustituirle.
Había ganado tanto en confianza que, horas antes de que trascendiesen las negociaciones por el cambio en la cúpula, no tuvo reparos en trasladar ante la opinión pública su percepción apocalíptica para el conjunto de la población europea desde su atalaya de la abundancia. Este neerlandés que ahora transita la Citi londinense desde finales del año pasado, cuando los inversores de la petrolera angloholandesa aprobaron el traslado de la sede corporativa a la capital británica, no puso reparo al cambio precisamente para evitar el pago del impuesto al dividendo estipulado a la compañía en su país de origen. Sus más de 8.000 empleados mantienen sus puestos en Ámsterdam, la sede fiscal y sus directivos en Londres.
Ahora ante el duro invierno que se avecina, el ejecutivo advierte a los europeos que se prevengan para lo peor. Haber llenado los almacenes de gas para la época de frío a precio de oro no es suficiente. «Habrá que prepararse para varios años de racionamiento». Mientras, empresas como la suya, con ganancias de varios dígitos, mantienen presión sobre los gobiernos para evitar decisiones legislativas que les impidan mantener la actual carrera de beneficios por pura buena suerte. Ni siquiera compartirlos.
Ben van Beurden reside cómodamente con su familia en Londres. Las ganancias récord de la primera petrolera europea en el 2021 han tenido también reflejo en el salario de este ejecutivo, casi en dos millones de euros más que un año antes. Sus retribuciones aumentaron de 5,8 millones de euros anuales a los 7,4 actualizados en solo un ejercicio, 57 veces más que el sueldo de un trabajador medio de Shell, informaba el diario británico The Guardian. Vamos, que apenas se resentirá su economía doméstica mientras la sociedad en su conjunto —empresas y familias— hacen frente a un aumento desorbitado de los precios, con salarios casi estancados y unas perspectivas económicas que se asoman a la recesión.
Terminará su carrera profesional donde la inició, en Shell, con 65 años, que cumplirá el año próximo cuando lo reemplacen. Este ingeniero químico por la Universidad Tecnológica de Delft, en los Países Bajos, abandonará la multinacional de la llamativa concha amarilla con 30 años de carrera, diez de ellos como máximo responsable.
Casado y padre de cuatro hijos, según su biografía oficial, le gusta leer, correr y viajar con su familia.
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