El zapatero de los tacones infinitos

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Edgardo Osorio se ha convertido en uno de los grandes diseñadores de calzado del momento

09 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Lleva poco más de diez años en el negocio con su propia marca. Trabajando para alcanzar su sueño, algunos más. No son muchos, pero le han bastado para tutearse con los grandes. Nada que envidiarle a Blahnik o a Louboutin, que llevan toda la vida en esto. El salto decidió darlo durante unas vacaciones en Capri. Trabajaba entonces como diseñador de calzado para Roberto Cavalli. En ese exclusivo rincón italiano decidió Edgardo Osorio (Cartagena de Indias, 1986) que había llegado el momento de volar en solitario, inspirado, según cuenta, por la belleza de la isla. La idea, meter aquella luz, aquel refinamiento y aquel azul intenso en una caja de zapatos. Fue así como nació Aquazzura (contracción de las palabras agua y azul, en italiano).

Lo de independizarse empezó a rondarle la cabeza poco antes de esas vacaciones. Un día mientras recorría la sección de zapatería de unos grandes almacenes de Nueva York en busca de algo que le apasionara. Salió de allí con las manos vacías. Y escandalizado, dice, por lo prohibitivo de los precios y lo vulgar de los diseños.

La clave de su éxito: que imagina los zapatos que luego salen del taller «pensando en las mujeres. En la comodidad y el tiempo que pasa una mujer subida sobre unos tacones en una fiesta». Una idea a la que ha estado dándole vueltas durante años. Desde que un verano lo invitaron a unas cuantas bodas.

A él le encanta bailar, pero ninguna de sus amigas era capaz de seguirle el ritmo. Y no por falta de ganas. Le sorprendió lo mucho que se quejaban del dolor de pies. Y no después de dos o tres horas bailando sobre los tacones, no. A la media hora de llegar, si no antes.

Con esa desazón en el cuerpo, mezcló los adjetivos sexy y cómodos en su cabeza, le dio unas cuantas vueltas, y acabó alumbrando las creaciones y la marca por la que muchas se pirran en todo el mundo. Famosas y no famosas. Incluida la que escribe estas líneas.

Y se lanzó. El objetivo: diseñar sandalias de lujo con tacones infinitos que hicieran posible lo imposible: bailar sobre ellas toda la noche como si nada. Y fue todo un acierto. Tanto es así que de aquí a dos años espera estar facturando cien millones de euros. El año pasado ingresó 70. Y es que Osorio conoce muy bien a las mujeres. Basta con decir que se crió rodeado de ellas: su madre y cuatro tías, además de sus amigas, para entenderlo. Zapatos femeninos por todas partes.

Creció en Barranquilla, lugar al que su familia se trasladó al poco de nacer él. Parecía predestinado a ser médico. Al menos ese era el deseo de su padre. Cirujano plástico, pensaba él. La única salida que veía en la medicina para dar rienda suelta a su vena artística. Pero el destino no estaba por la labor. Y Edgardo tampoco. A los 14 años se fue a Londres a estudiar: un curso de verano en el Central Saint Martins. Allí fue donde descubrió que lo suyo eran los accesorios. A los 17 volvió. Esta vez para recalar en el London College of Fashion y hacer diseño. No acabó la carrera.

Seis años después, ya era jefe de diseño de Calzado de Roberto Cavalli. No está mal la ascensión. Nada mal. Sobre todo, teniendo en cuenta lo hermético y conservador del universo del zapato florentino.

A Florencia se fue con 19. No soportaba el clima de Londres. Adora el sol. Tanto que cada seis meses procura cambiar de hemisferio para que su vida transcurra siempre en verano. Su primera colección salió al mercado en el 2012. Primavera-verano, cómo no. Veinticinco modelos. Entre ellos, el Sexy Thing. Todavía sigue siendo el más vendido. Y lo que le queda. Toda una joya que atesorar en el armario.

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