Bahri Kurter, consejero delegado de Playmobil: el mundo en las manos

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abraldes

05 jun 2024 . Actualizado a las 15:25 h.

Hay quienes dicen que los 50 de ahora son los 30 de antes. Incluso los hay más entusiastas —ingenuos, diría yo— que hasta los igualan con los 20. Pues bien, por mucho que digan, lo cierto es que hay a quien eso de poner un pie en la cincuentena no le sienta pero que nada bien. Y eso, aun sin estar sometido a la tiranía de la gravedad —que pesa, y mucho, como los años— por estar hecho de plástico. Y no me refiero con ello a los retoques a los que se someten algunos con la vana ilusión de combatir el paso del tiempo (ese que no espera a nadie). Me refiero a alguien que de verdad es de plástico. Y digo alguien, aunque en realidad es algo, por el lugar que ocupa en el corazón de algunos y lo mucho que ha significado para varias generaciones de españoles. Y es que, estoy segura de que muchos de los que ahora leen estas líneas guardan entre los recuerdos más preciados de su infancia alguno ligado a ellos. Y hasta puede que hayan sido el mejor regalo de su vida.

Les hablo de los clicks de Playmobil. Aunque para muchos de nosotros siempre serán de Famobil. Por mucho que Famosa, que fue quien consiguió la primera licencia para fabricarlos y comercializarlos en España —e incluyó la F de su marca en el nombre— haga ya largo tiempo que nada tenga que ver con esas, para muchos, preciadas figuritas.

Y les hablo de ellos porque acaban de cumplir 50 años. Inmersos en la peor crisis de su historia.

Surgieron de otra gran crisis: la del petróleo de los años setenta. Fue entonces cuando el ingeniero Hans Beck los creó para el juguetero Horst Brandstätter, el dueño de la alemana Geobra Brandstätter, quien le había encargado al ingeniero que diseñase un juguete con gran capacidad de entretenimiento y que, además y sobre todo, requiriese una mínima cantidad de plástico (como saben, un derivado del crudo) para fabricarlo. La idea, paliar una brutal subida de costes que a punto estaba de llevarse por delante la empresa.

Los primeros modelos —un obrero, un indio y un caballero medieval— se presentaron al público en la feria del juguete de Núremberg en febrero de 1974. Sin demasiado éxito, por cierto.

No eran muy distintos a los de ahora. Más simples y de un único color. Pero la misma carita redonda y sonriente, sin orejas ni nariz, y articulados de forma sencilla en brazos y piernas. Todo minuciosamente pensado. Hasta el tamaño: 7,5 centímetros. Para que el muñeco cupiese en la mano y se pudiera meter en el bolsillo. ¿Qué niño no querría llevar siempre consigo su juguete favorito? ¡Y lo más importante! Las manos en forma de U. Diseñadas para sujetarlo todo. Porque, tal y como había soñado Beck, su gran éxito llegaría de la mano de los complementos, pensados para contar la historia de la humanidad. A grandes y pequeños rasgos.

Y otra curiosidad: clicks es como se llaman aquí en España, porque en Alemania son klickys. Y el nombre no es casual. Se les empezó a llamar así por el sonido que produce cada pieza al encajar con otra cuando se montan.

Ahora ya no se fabricarán más en suelo español. La planta que la multinacional alemana tiene en Onil (Alicante) dejará de hacerlos definitivamente tras 48 años de actividad. Así lo ha decidido Bahri Kurter , el consejero delegado de Playmobil, quien tiene ante sí la difícil tarea de reconducir los números de la empresa (el año pasado despidió a 700 trabajadores, tras encajar las primeras pérdidas de su historia) en pleno ocaso de la industria juguetera. A su favor, que todavía hay a quien los clikcs y su barco pirata le pintan una sonrisa en la cara.