El lastre de la evasión fiscal

Valentina Saini VENECIA

MERCADOS

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Propietarios de locales de hostelería de Italia se quejan de sus escasos beneficios cuando, en la práctica, muchos autónomos declaran menos ingresos por los pagos en efectivo

25 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

 Italia es ese extraño país en el que un profesor de primaria gana más que el propietario de una joyería, y un camarero más que el dueño de un restaurante. No es una broma, sino el comentario que hicieron con amargura muchos italianos en las redes sociales hace unos días, al trascender la noticia de que los ingresos medios del dueño de un restaurante en una de las 21 capitales regionales del país, en el 2022, rondaron los 15.000 euros, una cantidad muy pequeña, sobre todo si se tiene en cuenta que en ciudades como Nápoles, Bari, Roma o Turín los restaurantes y pizzerías están siempre llenos de turistas. «No me puedo creer que un restaurador de una gran ciudad gane menos que yo, es absurdo» dice Gianni, un pensionista. «Está claro que muchos en la restauración declaran menos de lo que deberían a Hacienda. Dirigir un restaurante es duro y agotador, ¿quién lo haría por 1.200 euros al mes?».

La evasión fiscal siempre ha sido un punto débil de Italia y un desastre para las finanzas públicas, sobre todo porque el país transalpino tiene una deuda enorme, que se acerca ya a los 3 billones de euros. Se calcula que, en el 2021, los impuestos que se le debían al Estado y que no se pagaron superaron los 83.000 millones de euros. Pero en el 2019 fue aún peor: más de cien mil millones. Entre 2016 y 2021, la cuota de impuestos no pagados pasó del 21 % al 15 %. Naturalmente, si un italiano no contribuye al Estado lo que le debe puede ser por muchas razones, entre ellas unas dificultades económicas graves que no le permiten pagar sus impuestos. Dicho esto, no cabe duda de que la evasión fiscal en Italia es gigantesca.

Entre las categorías consideradas más proclives a este tipo de comportamiento están los autónomos. De hecho, cualquiera que haya tratado con un fontanero o un electricista en Italia habrá escuchado la fatídica frase a la hora de pagar: «Con factura son 120 euros, sin factura son 90». La costumbre de pagar en efectivo favorece la evasión fiscal por parte de los hosteleros reacios a pagar impuestos (y en algunos establecimientos no se aceptan pagos con tarjeta, al menos para cantidades pequeñas). Los funcionarios y pensionistas, en cambio, tienen menos posibilidades de evadir, ya que cada mes el Estado les descuenta lo que le corresponde de la nómina; sin embargo, muchos profesores dan clases particulares, casi siempre «in nero», es decir, sin factura.

Giorgio es un autónomo en el sector de la comunicación, sus clientes son organismos públicos y empresas de Roma y Milán que siempre le pagan por transferencia. «No podría evadir los impuestos aunque quisiera. Y, en cualquier caso, creo que hay que pagar hasta el último centavo», dice a La Voz. Sin embargo, añade que entiende a los autónomos que no pagan todos los impuestos que les corresponden. «Prácticamente no existe un sistema de protección social para los jóvenes autónomos. Si estamos de baja por algún problema de salud y no trabajamos, no ganamos un duro. Y las cotizaciones que pagamos sirven para las pensiones de los mayores. ¿Qué nos da el Estado a cambio de nuestros impuestos?».

En los últimos años, Roma ha intentado reducir la evasión fiscal. Entre las medidas más exitosas está la factura electrónica, obligatoria para casi todos los autónomos, artesanos y pequeños empresarios, que están obligados a enviar su factura a través de una plataforma digital que la transmite a un sistema informático bajo control de Hacienda. Giorgio también tiene que usar este sistema. «Es un poco aparatoso, pero creo que es útil para combatir la evasión fiscal. Espero que el Estado recupere algo de impuestos para que los autónomos como yo, podamos pagar menos» al reajustar las cuentas.