Las balas de la ira

MERCADOS

ABRALDES

15 dic 2024 . Actualizado a las 22:28 h.

Tenía 50 años y era el primer ejecutivo de UnitedHealthcare, la división de seguros del gigante sanitario UnitedHealthcare Group, una de las empresas con más valor del mundo y la mayor aseguradora privada de Estados Unidos (da cobertura a 50 millones de estadounidenses). Un disparo a bocajarro acabó con su vida hace unos días: el 4 de diciembre. Fue en pleno centro de Manhattan. Faltaban pocos minutos para las siete de la mañana cuando el ejecutivo se disponía a entrar en el hotel Hilton de la Sexta Avenida para asistir a una conferencia con inversores de la compañía. Allí lo esperaba un hombre enmascarado que le descerrajó varios tiros y salió huyendo. Como alma que lleva el diablo. Tres de esas balas tenían un mensaje escrito. Una palabra en cada casquillo. Retrasar. Denegar. Defender. Tres pasos que definen la estrategia que siguen las aseguradoras para no hacerse cargo de las reclamaciones de sus clientes y el título de un libro publicado en el 2010 que denunciaba esas prácticas. 

Natural de Minnesota, llevaba Brian Thompson tres años en el cargo de consejero delegado. En la firma, muchos más. Desde el 2004. Graduado en Administración de Empresas por la Universidad de Iowa en 1997, antes de desembarcar en UnitedHealthcare, había trabajado el ejecutivo como contable en PwC. Estaba casado y tenía dos hijos. Y fue precisamente su mujer, Paulette Thompson, quien desveló a la policía que su marido había recibido amenazas de pacientes a los que la aseguradora les había denegado la asistencia sanitaria que precisaban. Una revelación que vino a afianzar la idea que manejaban los investigadores de que aquello tenía poco de casual y mucho que ver con el modo de proceder de la compañía que el directivo pilotaba.

No tardaron los agentes en dar con el presunto asesino de Thompson. Luigi Mangione, se llama. Sorprendente la rapidez, cuando muchos hablaban ya del crimen perfecto. Pero, lo cierto es que para ser tan inteligente como revela su currículo —un informático de lo más brillante, al que le correspondió el honor de leer el discurso de graduación de su instituto de Baltimore, en el 2016, por haber sido el mejor de la promoción—, cometió demasiados errores. Y todos de bulto. El más gordo: llevar consigo todo el material empleado en el crimen cuando lo detuvo la policía. Tampoco es que fuese muy listo cuando, en pleno tonteo con una empleada del hostal de Nueva York en el que se alojó en los días previos al asesinato, se bajó la mascarilla con la idea de mostrar su encantadora sonrisa, dejando al descubierto su rostro y dejándose captar por la cámara de vigilancia del establecimiento.

Dentro de la mochila, no solo la pistola, el silenciador, un cargador y balas idénticas a las que le costaron la vida a Thompson, sino también una carta manuscrita, en la que admitía los hechos, con idea, expresaba, de hacerle las cosas más fáciles a la policía, contra quienes nada tiene Mangione. El odio se lo guarda para las aseguradoras. Un sentimiento que comparten millones de estadounidenses. No se entendería, si no, la defensa que del presunto asesino llevan haciendo días en las redes sociales no pocos compatriotas de este joven nacido en el seno de una acomodada familia de Maryland. Incomprensible. Por muchos abusos que cometan las aseguradoras.

.