Poco antes de las fiestas, a los estudiosos del márketing nos gusta apostar sobre los resultados de la campaña comercial de estos días. Como no sabemos predecir el futuro, nos conformamos aventurando nuevas y siempre fascinantes conductas del consumidor. Y, en este sentido, nos llama la atención una tendencia todavía poco estudiada en España: el ascenso del autorregalo.
Cualquiera dirá que darse un caprichito a uno mismo se ha hecho toda la vida. La novedad se halla más bien en los quiénes y los porqués del asunto. Vean: en Estados Unidos, donde todo se mide, un 32 % de la población adulta piensa autorregalarse generosamente durante las próximas fiestas. Así lo dice un reciente sondeo de Civic Science, firma especializada en estudios de opinión.
El porcentaje es parecido al de los dos años previos, lo que cambia es la composición por edades. En el 2023, el grupo etario con mayor propensión al autorregalo fue el de los adultos de entre 25 y 34 años. En el 2024, se han disparado las cifras de la Generación Z, jóvenes de entre 18 y 24 años. Seis de cada diez de estos chicos tienen entre ceja y ceja obsequiarse bien. Gentes de mayor edad, sin embargo, serán este año más ahorradoras o gastarán en regalos para hacer felices a otros.
El dato ofrece algunas lecturas, pero les apunto tres: primera, que las nuevas generaciones perdieron el sentido de culpabilidad con el que fuimos criados antaño (o tal vez son más hedonistas); segunda, que el perfil del cliente navideño caprichoso, es decir, aquel que menos reparos le pone a un precio caro, se rejuvenece; y tercera, que aunque apenas tengamos datos sobre ello en España, la tendencia tardará poco en llegar a nuestro entorno comercial, ya sea en lo online o en lo presencial.
Pronto en nuestras calles y comercios abundarán los jóvenes clientes del autorregalo. Impacientes, hedonistas y digitales. Nuestros comerciantes locales harán bien en preverlo.