Los motivos personales pesan más que los laborales para los emigrantes que deciden volver a Galicia. Unos 2.860 gallegos retornaron en el 2019
07 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.El trabajo, o más bien la falta de él, les empujó a emigrar. Pero la situación laboral no ha sido el motivo principal por el que muchos gallegos que viven en el extranjero se decidan por coger de nuevo los bártulos e iniciar el camino de regreso. Esta es una de las primeras conclusiones que se puede extraer después de hablar con un buen número de personas que han vuelto a Galicia una vez que han probado suerte en otras partes del mundo; también lo constatan desde las asociaciones de emigrantes retornados. Y es un colectivo con peso en Galicia, teniendo en cuenta el número de emigrantes que tiene, pero además porque es una de las comunidades donde cada año regresan más emigrantes para volver a vivir en ella: unos 2.800 decidieron rehacer su vida en la comunidad en el 2019, según datos publicados por el INE a principios de este año.
Lorena de la Fuente sabe mucho de estos viajes de ida y vuelta. Nacida en Suiza, hija de la emigración, se instaló en la Costa da Morte con 13 años cuando sus padres retornaron pero, en el año 2011, fue ella la que partió junto a su marido y su hija. «Yo no quería ir, pero él se quedó sin trabajo y quería intentarlo allí». Y lo consiguió, en la construcción; tres meses después de instalarse allí -primero en casa de su hermana, después en un piso propio- también ella comenzó a trabajar. Se fueron con fecha de vuelta en la cabeza, «queríamos volver en dos años para que la niña empezara el colegio aquí», pero un accidente laboral de su marido hizo que este primer plan se alargara cuatro años más. Entonces quebró la empresa en la que ella trabajaba y, tras un año en paro, decidió que «para estar sin trabajo allí, nos veníamos para aquí, donde éramos más felices». Prepararon la vuelta y enseguida encontraron trabajo los dos. Y hace dos años ella abrió su propio negocio, una peluquería en Laxe.
Suiza también fue el destino del informático Diego Louzán, aunque cuando marchó, en el 2007, su principal inquietud era vivir una temporada en el extranjero. Le surgió una oportunidad laboral en Dubái, pero finalmente se decidió por Zúrich, donde la empresa en la que trabajaba acababa de adquirir una filial. Allí vivió con su entonces pareja, también coruñesa, diez años. «La idea de volver siempre estuvo presente, pero una vez te estableces allí, no sabes cuánto tiempo vas a estar». En su caso, el retorno se precipitó tras nacer su hija y separarse: «Estando solos, sin familia en el extranjero y con una niña en custodia compartida es complicado; como los dos éramos de A Coruña, pensamos que era el momento de volver». El tema laboral era en este caso secundario, y además, una vez instalado en Oleiros, pudo seguir vinculado a Siemens, la empresa en la que trabajaba; con la única diferencia de que ahora es autónomo y proveedor de productos: «hago lo mismo que cuando estaba allí y suelo viajar regularmente a Suiza». Reconoce que está en un sector en el que no hay problema laboral.
Andrés Rodiño y Olalla Borrego también contaban con una emigración a corto plazo que al final se alargó. Esta pareja de Portonovo se trasladó a Escocia en el año 2012 con el propósito de muchos jóvenes: estudiar inglés. «La idea era estar allí un año o así, pero viendo la situación que había en España, decidimos quedarnos un poco más», cuenta él. Además de trabajar, estudió Turismo y, después de seis años, fue cuando empezó a vislumbrar un futuro laboral en su tierra. «Vi que en España había algunas carencias en el sector turístico que podían funcionar». Hoy gestiona Roteiro, una web que organiza rutas turísticas. Es consciente de que hasta que no pasen un par de años, el negocio no marchará en condiciones, pero sigue adelante sin dejar de formarse. Su novia, Olalla, también lanzó su propio negocio, una firma de joyas, al regresar a Galicia.
Dos maneras de preservar el padrón: desde Venezuela hasta Suiza
Es difícil hablar de retornados sin pensar en lugares como Venezuela, país que acogió a un buen número de emigrantes gallegos el pasado siglo y donde la situación política actual ha provocado un importante éxodo hacia diversos destinos. También Galicia. Allí nació Jeannette Valiñas, aunque ella salió de su país natal mucho antes, hace 20 años. Se trasladó a París a estudiar, casi al mismo tiempo en el que sus padres regresaban a la comarca de Deza, de donde eran originarios. Ella estudió Psicología en la capital francesa y allí estuvo trabajando hasta que se trasladó a Bruselas. Pero tenía un sueño que no podía cumplir allí: «tenía un proyecto en la cabeza, montar una tienda de juguetes educativos y literatura infantil y quería hacerlo en mi lengua». El nacimiento de sus hijas y su posterior separación provocaron que cambiara la capital de Europa por A Estrada. «Hay personas que han salido de Venezuela por una situación drástica, no es mi caso», reconoce, y explica que ella en Bélgica tenía una buena vida. «Fue una búsqueda más personal de raíces para mí y para mis hijas». Su proyecto Pintaletras nació hace dos años y sigue creciendo.
Jubilarse en Galicia
Otro caso muy diferente, pero que también contribuye a que aumente el padrón, es el de los gallegos que marcharon en busca de oportunidades en los años ochenta, principalmente al centro de Europa, y hoy regresan para disfrutar de la jubilación en casa.
Es el caso de Enrique Calvo, que vive en Camariñas junto a su mujer, de nacionalidad suiza, después de trabajar 35 años en el Cantón de Neuchâtel del país helvético. «Siempre tuve claro que volvería porque la morriña tira mucho». Recuerda las condiciones en las que llegó él hace años en busca de oportunidades a otro país, y asegura que nada tiene que ver con las posibilidades que tienen los jóvenes hoy.