La seguridad vial se está convirtiendo en un problema grave de la sociedad española. 1.145 personas perdieron la vida en accidentes de tráfico en España en el 2024. Muchas más resultaron heridas y arrastrarán secuelas el resto de sus días. Además de la irreparable pérdida de vidas, los accidentes de tráfico, más bien sus consecuencias, suponen un gasto inmenso para la Administración española. Estos datos han sido esgrimidos en su balance anual por el ministro Grande-Marlaska, que hacía un llamamiento a la responsabilidad de los conductores.
Estoy de acuerdo con el ministro en que es responsabilidad de los conductores, pero una responsabilidad compartida con los administradores, empezando por él mismo y por su director general de Tráfico, Pere Navarro, que han fracasado en los últimos años, al no enfocar debidamente el problema. Un problema que, para ellos, se soluciona poniendo más vigilancia en las carreteras en forma de cámaras fotográficas para imponer sanciones.
Porque parece que es lo único que se les ocurre, además de realizar campañas de televisión tremendistas, con zombis, fallecidos y atropellados como protagonistas. De su propia responsabilidad, por ejemplo, es el cuidado de las carreteras, del que ya hemos hablado aquí, y del que no mencionaron nada en su balance. Mutis por el foro.
Y, como siempre, los que enfocan mejor el problema son las empresas privadas relacionadas con el sector. Desde aseguradoras, clubes de automovilistas, autoescuelas, asociaciones de conductores e incluso las marcas de coches se ha puesto el foco en la raíz del problema, que es la formación de los conductores.
Desde la DGT suponen que cuando un conductor aprueba el examen para obtener su carné de conducir ya está preparado para el resto de su vida para tal fin. Pero no es así. La conducción cambia constantemente. Se hace necesario conocer las nuevas señales, las nuevas normas y, lo que es más importante, se hace necesario también realizar entrenamientos específicos para automatizar las reacciones al volante ante situaciones complicadas, o con el cambio de las tecnologías de los vehículos modernos. De eso estoy hablando aquí, de los necesarios cursos de conducción que desde las propias marcas de automóviles y desde otros ámbitos de empresas especializadas se ponen en marcha por toda España. Una o dos jornadas al año de cursos de conducción en pistas específicas y con monitores expertos harían más por la seguridad vial que todo ese dinero que tiran Navarro y compañía en propaganda inútil para meternos miedo.
De modo que habrá que rascarse el bolsillo y dedicarle un día o dos a buscar un curso de conducción para ponernos al día de cómo hay que frenar, esquivar o trazar. Nos va la vida en ello.