Mini 850: un icono que no pasa de moda

MOTOR ON

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Más de medio siglo de vida da para mucho. El Mini fue una revolución en 1959 y sigue teniendo miles de seguidores. Un coche rompedor en el que el ourensano Brais Ansia se siente «como un rey» cada vez que lo conduce.

11 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El Mini fue una auténtica revolución en la automoción cuando salió al mercado, en 1959. Un icono, definido por muchos como rompedor o innovador, que está claro que con el paso de los años no ha pasado de moda. Un coche de pequeñas dimensiones, inglés, de la casa BMC Leyland, que en el año 1969 se convirtió en marca propia y después pasaría por el grupo Rover y por BMW hasta llegar a la actualidad. Es el coche más popular de Gran Bretaña y el más influyente a nivel mundial, solo por detrás del mítico Ford T.

Un automóvil de poco más de tres metros, nacido como proyecto 15 de Austin, que mantuvo una estructura y línea casi inalterable durante cuatro décadas y que llegó a producirse en España de la mano de Authi. Un coche fácil de conducir y de gran estabilidad. Se convirtió en el ejemplo de aprovechamiento de espacio y rendimiento económico, diseñado por Alec Issigonis en un momento de crisis económica y escasez de combustible. Sencillo, espartano, pero funcional y atractivo, esas eran las claves de este turismo de cuatro plazas que cautivó a los conductores de varias generaciones. Para muchos es una obra maestra de la ingeniería, con un coste reducido y un peso de solo 600 kilos.

Sus faros redondos y la calandra central cromada son las características más identificativas de un modelo que montaba ruedas con llantas de diez pulgadas. Un reducido tamaño que más recordaba a una carretilla que a un coche, pero que no dejaba indiferente a nadie de los que en él se subían.

El interior permite guardar objetos en distintos lugares de la parte delantera y trasera y tiene el cuadro de instrumentos en el centro del salpicadero para permitir su uso en los coches ingleses, con volante a la derecha, pero también con aquellos que lo llevaban a la izquierda. Un cuentakilómetros con indicador de aceite y combustible y poco más. Sin lugar siquiera para equipo de sonido por capricho de su creador, al que no le gustaba escuchar música en el coche, los primeros modelos llevaban ventanas correderas, como las del Renault 4.

Y pese a las reducidas dimensiones, sorprende la comodidad de las cuatro plazas, aunque el acceso a las posteriores puede resultar en algunos casos dificultoso; una vez en marcha, los ocupantes viajan con total normalidad y comodidad.

Al margen de las cuestiones estéticas, este coche montaba uno de los primeros motores transversales, con un muy bajo consumo, en una motorización que arrancaba en los clásicos 859 centímetros cúbicos con 34 caballos de potencia, que permitían alcanzar 116 kilómetros por hora, una velocidad nada despreciable para la época. Las versiones deportivas Cooper eran en su día las más deseadas y hoy son las más buscadas.

ADAPTACIONES

A lo largo de tantos años de producción salieron a la calle varias series, cientos de versiones y existen muchísimas adaptaciones. Fue también coche de competición, con motorizaciones de 1.3, litros alcanzando podios en Montecarlo.

Es un icono, sin duda, protagonista de millones de historias personales, de libros y películas. El largometraje más conocido con este coche como protagonista es el británico Italian job, de 1969, que tendría un remake estadounidense en el 2003, ya con los nuevos modelos de Mini.

Brais Ansia López es un ourensano aficionado al mundo del motor que tiene desde hace cinco años una unidad de Mini 850 de luxe del año 1975, fabricada en Navarra, quien reconoce que cuando lo conduce se siente «como un rey». Tiene un segundo Mini para recuperar, fabricado en 1971, y no descarta hacerse con un tercero. Se enamoró de este modelo clásico y el actual, con carrocería iniciada en el año 2001 y en manos de los alemanes de BMW, no le gusta.

El coche, cuando lo compró, estaba bien conservado, había sido naranja (por dentro lo sigue siendo) y lo pintaron de color rojo. Solo tuvo que hacerle mantenimiento y alguna mejora para dejarlo lo más próximo al original posible. Se lo compró a un señor de Allariz, que no había sido su primer propietario y que había tenido varias unidades de clásicos, y este era el último que vendía. El día que fue a buscarlo con la grúa, el vendedor «lloraba», recuerda Brais Ansia. Cada cierto tiempo pasa a visitarlo para que vea el estado en el que se encuentra.

No hay problemas de piezas de recambio, usadas e incluso nuevas; también hay mercado en Portugal, por lo que el futuro está garantizado.

Lo utiliza para desplazamientos cortos en las proximidades de Ourense ciudad para acudir a una celebración: «Cuando tengo una boda voy con él». Reconoce que es un coche muy divertido de conducir, «parece que vas a 300 kilómetros por hora cuando en realidad vas a 50», explica, y dice que es «lo bonito para mí es que es cómodo, manejable, muy fácil de aparcar en la ciudad». Para Brais todo son ventajas con este clásico. Todo el mundo se gira para verlo, asegura.

Se lo compró a un señor de Allariz que cada cierto tiempo lo visita para ver cómo mantiene el coche