¿Labios? ¿Qué labios?

| ROBERTO L. BLANCO VALDÉS |

OPINIÓN

EL OJO PÚBLICO

23 nov 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

EL CANDIDATO a presidente del país más poderoso de la tierra lo decía a los votantes días antes de ganar las elecciones: « Read my lips (leed en mis labios): no subiré los impuestos». Pero tras convertirse en presidente los subió. Todos los días llegan noticias relacionadas con la credibilidad de los políticos. A uno y otro lado del Atlántico. Son noticias fragmentarias que, aparentemente desvinculadas entre sí, van dibujando un escenario: el del creciente descrédito de la política como actividad dirigida a la representación y gestión democrática de los intereses generales. Veamos las de esta semana, por ejemplo. El canciller alemán Gerhard Schröder, cuya popularidad se ha hundido a tan sólo dos meses de su victoria electoral, incumple de forma flagrante su promesa principal (la de no subir los impuestos) y es acusado por la oposición de estafa electoral por haber ocultado datos de la economía alemana que podían haber perjudicado a su partido. ¿Cómo calificar políticamente el comportamiento de Andreotti, si los jueces hubieran acertado ahora al condenarlo y no al haberlo absuelto previamente? ¿Qué pensar de quien habiéndolo sido casi todo durante medio siglo en la política italiana acaba condenado por ser el inductor de un asesinato? ¿Se imaginan la cantidad de promesas que habrán salido de los labios de Andreotti? ¡Qué horror pensar que aquél pudiera ser ya desde el principio este Andreotti! Los periódicos también nos han hablado de Argentina, donde docenas de niños han muerto de inanición ¡en un país que es uno de los grandes productores de alimentos del planeta! Y nos han hablado, claro, de sus políticos, que no se merecen hoy ni una millonésima parte de la confianza que en ellos han depositado unos ciudadanos que los perciben desde hace meses, con razón, como sus principales enemigos. Y los periódicos han relatado, en fin, la última salvajada de esa gran carnicería en que se ha convertido el conflicto entre Israel y Palestina, mientras daban, al mismo tiempo, cuenta detallada de las luchas por controlar el poder en Israel y de la que desarrolla un Arafat enfermo y cercado por amigos y enemigos para mantenerse al frente del tinglado. Winston Churchill decía que la democracia era el peor sistema de gobierno, excluidos todos los demás. Era esa una humorada que no conviene tomarse muy en serio, pues pudiera llegar a ocurrir que muchos ciudadanos (de Alemania a Oriente Medio, de Argentina a Italia) llegasen a pensar que la democracia es el peor sistema incluidos todos los demás. Lo que constituiría una catástrofe social de incalculables consecuencias.