¡De pie, Europa!

| ENRIQUE CURIEL |

OPINIÓN

23 ene 2003 . Actualizado a las 06:00 h.

ASÍ, CON esta apelación, culminaba Winston Churchill su célebre discurso europeo pronunciado en Zúrich el 19 de septiembre de 1946 en el inicio de la dura postguerra. Lo que ignoraba el ex- premier británico, que instaba a la «resurrección de la familia europea» desde una asociación entre Francia y Alemania, es que aquel sueño entre los dos enemigos irreconciliables cuya competencia explicaba en buena medida el origen de las dos guerras europeas del siglo XX, se vería confirmado y exaltado casi sesenta años después en el palacio de Versalles por un millar de diputados de ambos países. Ahora, y en el mismo lugar que sirvió para firmar el tratado que puso fin a la Primera Guerra Mundial de 1914-1918, París y Berlín se unen contra la guerra en un momento crucial para el mundo que emerge en el nuevo siglo. Es una decisión trascendente. Llegar hasta aquí no resultó sencillo. Casi sesenta millones de muertos y la devastación de Europa y de medio mundo fue el coste de la locura de Hitler y de los fascismos. Estados Unidos envió a sus jóvenes a morir en las playas de Normandía para que recuperáramos la libertad y la democracia. Nació una relación especial entre los pueblos europeos y el pueblo estadounidense que se consolidó con la reconstrucción económica, social y política del Viejo Continente. Posteriormente, años de guerra fría y división del continente, que termina tras el fracaso del socialismo real staliniano, desmantelado por Mijail Gorbachov. Ahora, Europa, que camina hacia su ampliación y reunificación realizando un esfuerzo sin precedentes, quiere ser tenida en cuenta en la definición de la paz y de los intereses globales. Lo que explica la especial trascendencia de nuestro papel en la crisis de Irak y en las decisiones que el lunes adopte el Consejo de Seguridad de la ONU. No sólo existen los intereses vitales de los EE.UU. También Europa tiene una visión de los nuevos conflictos, incluido el energético, que no tiene por qué resultar idéntico al de los republicanos que gobiernan en la Casa Blanca. No tiene razón el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, cuando resta importancia a la posición defendida por Francia y Alemania, aludiendo, de forma despectiva, hacia la vieja Europa que representarían ambos países. Por el contrario, la demanda de autonomía en la definición de la política exterior y de defensa que reclaman Chirac y Schröder -situados en la derecha y en la izquierda-, constituyen el inicio de un camino imprescindible que, sin romper el vínculo transatlántico, hemos de recorrer si queremos crear «el germen de Estados Unidos de Europa» al que también se refería Churchill. Seremos solidarios con nuestros compromisos, pero Europa quiere ser mayor de edad.