PRÓXIMA parada, Irán. Lo ha anunciado George W. Bush en el foro de cooperación económica de Santiago de Chile. En realidad lo ha ratificado, porque lo que se dice anunciar ya lo había hecho al poco de llegar a la Casa Blanca cuando nos habló del «Eje del mal». De momento, Irak ya está despedazado. E Irán y Corea, que son los otros, van por el camino. El anuncio de Bush, contra lo que pudiera parecer es como para echarse a temblar. No ha hecho más que ganar la reelección y ya nos advierte de lo que se avecina. Por si no hubiéramos entendido el mensaje de lo que supone sustituir a Colin Powell por Condoleezza Rice, Bush se va a Chile y ante sus aliados económicos rusos, chinos y japoneses habla de los peligros que entrañan los programas nucleares de Irán y Corea del Norte. Un discurso que nos conocemos al dedillo porque así empezaron los destrozos en Irak. Por una sospecha. Y así siguen dos años después. Con la misma sospecha. Teherán, bastante más ágil que su vecino Bagdad, ha anunciado que desde ayer suspende su programa nuclear. Pero a los norteamericanos no les basta. Los europeos nos hemos dado por satisfechos, pero en Washington, que de armas nucleares y no nucleares saben un montón, creen que se trata de un engaño y una mentira. Y de engaños y mentiras ellos también saben un rato. Así que hay que ir empezando a ponerse en lo peor. Bush está crecido. Condoleezza, también. Y Estados Unidos sigue empeñado en buscar problemas donde no los hay y en poner orden donde no hace falta. George L. Argyros, acaba de despedirse como embajador en Madrid, con un mensaje claro. «España no entiende todavía a Estados Unidos». No es cierto. Lo entendemos perfectamente. El problema es otro. Es que no compartimos nada de lo que hace. Ni nada de lo que pueda hacer.