Habló el comisario

| LUÍS VENTOSO |

OPINIÓN

17 oct 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

CUALQUIER homo sapiens con coche sabe que el buga se ha convertido en una sanguijuela. En lo que va de año, el petróleo ha subido un 49% y el barril pasa de 60 dólares. Un litro de gasolina ya vale más que un periódico. Viajar de Vigo a Santiago cuesta en combustible un euro más que hace un año. Los camioneros andan de huelga, porque el gasóleo vuelve ruinosas sus salidas. La flota de bajura va a amarrar si el Estado no echa un capote: no hay xoubas que resistan un fuel a este precio. Las compañías aéreas suben sus billetes por el hervor del queroseno. La inflación está en un 3,7 -altísima para el frigorífico europeo- y la UE anuncia un crecimiento pírrico, en torno al 1%. Resumen entre gente normal: el petróleo es una lápida sobre la economía, Europa empieza a tomar el aire tenebroso de la crisis de los setenta y el respetable está acongojado (por usar el adjetivo fino). Pero para alivio general, uno de los oráculos económicos del continente nos da esperanza. Ha hablado Joaquín Almunia, comisario europeo de Asuntos Económicos, y ha dicho lo que sigue: «La subida del petróleo no se está transmitiendo a otros precios y costes», por lo que el gurú español de la UE descarta que se produzcan «efectos secundarios» sobre la economía. Almunia fue un buen ministro de Trabajo y Administraciones Públicas con Felipe González. Tras la caída de José Borrell -que hubo de dimitir salpicado por un caso de corrupción fiscal en Cataluña- Almunia se convirtió en candidato a la presidencia de España en el 2000. Su descalabro fue de manual: los votantes le dieron la espalda y se quedó en 7,9 millones de votos y 125 diputados (el peor González había logrado un millón y medio más de votos y 36 diputados más). Borrell y Almunia, rechazados por el público que los conocía, disfrutan hoy de unos excelentes chopes europeos. Borrell preside la Eurocámara, bendito balneario consultivo de sueldos admirables. Y Almunia vela por nuestra economía con sugerentes consejos crípticos, cual Alan Greenspan vizcaíno. ¿Quién ha votado por ellos? No sabemos. ¿Ha pasado usted por las urnas para elegir al presidente Durão Barroso, enfangado ya en un caso de corrupción en Grecia? Tampoco ¿Por qué Loyola de Palacio ascendió de política de segundo nivel a vicepresidenta de la Comisión Europea? Misterios de los cambalaches de Bruselas. La UE, club de los países democráticos, quizá pida eso: democracia.