EL DICCIONARIO diría, más o menos, así. Impuesto revolucionario : Dícese del gravamen o imposición de cantidad económica cuyo pago se exige, bajo coacción y amenaza, en nombre de una causa . Para que nos entendamos, y dicho de otra manera: es lo que exigían grupos mafiosos, como el que lideraba aquel mítico Lucky Luciano, o bandas terroristas, como ETA. A partir de ahora, y según sabemos en los últimos días, lo exige también algún partido político, concretamente Esquerra Republicana de Catalunya. Porque hablemos con claridad. ¿Cómo tenemos que llamar a las cantidades que ha exigido ERC para su financiación, a funcionarios de la Generalitat bajo la amenaza de perder el puesto de trabajo? ¿Le llamamos contribución voluntaria? ¿Decimos, como ha dicho alguno de ellos, que es un complot para que el partido catalán apoye el Estatut? ¿O decimos que es una «cortina de humo», como tuvo la desfachatez de decir el portavoz Felip Puig? Cuando se exige una cantidad bajo amenaza, ¿hablamos de extorsión y chantaje o le llamamos donativo desinteresado y ayuda al necesitado? Podemos ponernos tontos y decir que estamos ante un caso de colaboración económica voluntaria a un partido político. Podemos hablar, si queremos, de limosna, dádiva, óbolo, ofrenda y de ayuda y aprovechar todos los sinónimos del diccionario. Podemos incluso mirar hacia otro lado. Pero si le llamamos por su nombre, lo que ERC exige es un impuesto revolucionario en toda regla, inaceptable en un partido democrático, impropio de un país democrático, inadmisible en una sociedad civilizada e incongruente con unos líderes políticos que no aspiren a quedar como unos facinerosos. Ahora vendrán los promotores de este nuevo impuesto revolucionario a darnos clases de ética y conducta. No nos extrañemos. Ya hemos comprobado que son capaces de todo.