HE LEÍDO en La Voz que el diputado del BNG en el Parlamento gallego Bieito Lobeira criticó que la vigésimo segunda edición del Diccionario de la Real Academia Española incluye dos acepciones (la quinta: tonto y la sexta: tartamudo ) que se usan en Costa Rica y El Salvador, pero que el señor Lobeira considera, creo que con razón, vejatorias, y pide que se retiren. Leo también que el señor diputado, en su argumentación, señaló que «hasta la segunda mitad del siglo pasado la Academia Española no suprimió de sus diccionarios el término bruto como sinónimo de gallego », lo cual no es cierto y eso lo digo tras consultar todas las ediciones desde 1914 (decimocuarta) hasta 1956 (decimoctava). He examinado dicha voz tal y como estaba redactada en la decimoctava edición (1956), que es igual a la de las ediciones de 1947, 1939, 1925 y 1914 (por citar sólo las de la primera mitad del siglo XX) y en ellas no aparece para nada el término bruto , como tampoco aparece en las diez ediciones del XIX y en las tres del XVIII que tenemos en esta rica biblioteca... El cambio del que ha oído hablar el señor diputado del BNG sucedió efectivamente en 1958 cuando Camilo José Cela (que había sido nombrado académico el año anterior) defendió con éxito ante la RAE una comunicación de la Real Academia Gallega para modificar la redacción de distintas acepciones de la voz gallego que Cela valoraba como «amargas y estúpidas». En la misma sesión el entonces joven académico padronés propuso por iniciativa propia que la acepción 8ª dialecto de los gallegos se redactara diciendo lengua de los gallegos , propuesta que también se aceptó para «satisfacción y orgullo» del ponente, según consta en carta enviada al entonces director de la Real Academia Gallega, Manuel Casás. Recuerdo también que la Real Academia Gallega, en su sesión del 22 de febrero de 1959, acordó manifestar su agradecimiento a la RAE por su resolución y «a Camilo José Cela, que la propugnó». En la primera edición, de 1780, no había mayores «connotaciones amargas», aunque la redacción no dejaba de ser disparatada: «Cosa perteneciente a Galicia; como: tocino gallego, gente gallega». El que Cela considera «estúpido refrán» y consigue también retirar («A gallego pedidor, castellano tenedor») apareció por vez primera en la quinta edición, de 1817.