«UN ANTES y un después del 11-S». Esta frase pasará a los anales de la historia, especialmente para los norteamericanos, tras el día más sangriento en suelo estadounidense desde la batalla de Antietam en 1862. El fenómeno del turismo ha provocado una de las mayores transformaciones de nuestra sociedad, que hubiera sido imposible sin el avión. En la era de Internet, el terrorismo fundamentalista reaparece como la mayor amenaza contra un mundo global conectado -casi exclusivamente-por vía aérea. El Diccionario de la RAE define miedo, como la sensación angustiosa causada por la presencia, la amenaza o la suposición de un riesgo o un mal; si lo aplicamos al temor a volar, la respuesta es aerofobia. Para una gran mayoría de pasajeros que no padecían esta enfermedad, nace una nueva patología. Sufren aero-terror los que, sin miedo a volar, se sienten mucho más vulnerables desde el día en que dos aviones se estrellaron contra el World Trade Center, un tercero contra el Pentágono y un cuarto en Pensilvania. Si cualquiera podía estar sometido a un chequeo preventivo, en aras de una mayor seguridad, desde el pasado 10 de agosto, cuando se detuvo a nuevos miembros de Al Qaida en el Reino Unido, ha habido otra vuelta de tuerca. Los 23 detenidos en Londres, Birmingham y High Wycombe, pretendían introducir explosivos líquidos en los equipajes de mano de diez aviones y hacerlos estallar en pleno vuelo a Los Ángeles, Nueva York y Washington. La fecha elegida: 11 de agosto. Al caos inicial y paralización inmediata del aeropuerto más importante de Europa -Heathrow-se sumaron las mayores medidas de control de la historia de la aviación civil, especialmente rigurosas para vuelos con destino a Gran Bretaña o EE.?UU., incluyendo, en el caso norteamericano, cualquier escala o vuelo doméstico. Ya desde el 11-S, la TSA, Administración para Seguridad en el Transporte (43.000 agentes, 1.300 millones de maletas escaneadas en los 450 aeropuertos de EE.?UU.), que dependía del Departamento de Transporte, pasó a manos del Departamento de Seguridad Nacional, el mando único coordinador de la lucha antiterrorista. El secretario de Seguridad Interior estadounidense, Michael Chertoff, prohibió cualquier producto que contuviera líquidos (maquillajes, medicinas, desodorantes, perfumes o pastas dentífricas) en todos los aviones norteamericanos o con destino a EE.?UU. Estas estrictas medidas han desatado críticas. Por ejemplo, Ryanair no entiende que no se permitan líquidos o pasta de dientes en aviones y sí en metros o trenes. Viajar en avión es cada día más complejo, no sólo para los que tienen aerofobia, o por la saturación del espacio aéreo y los aeropuertos, las huelgas de celo de controladores y pilotos, la pérdida de equipajes, los continuos retrasos, los problemas meteorológicos¿ sino por la nueva psicosis del siglo XXI: el