Qué nos contha, señor Conthe

| FERNANDO ÓNEGA |

OPINIÓN

10 abr 2007 . Actualizado a las 07:00 h.

QUE NO haya ninguna duda sobre mi forma de pensar. Si yo fuera diputado, sería el primero en pedir que don Manuel Conthe, todavía presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), acuda al Congreso a explicar por qué dimite. Como no soy diputado, me parece magnífico que la mayoría de los grupos hayan votado a favor de una comparecencia del señor Conthe. Como sólo soy un periodista que vivo de comentar lo que hacen y dicen los demás, aplaudo que un señor tan polémico esté dispuesto a acudir al Congreso a explicarse y que el Congreso le reciba. Como, además, tengo el morbo tan acentuado como el más morboso lector, ardo de ansiedad por alimentarlo con lo que diga un alto cargo cabreado. Y, como este periódico me ha insuflado interés por lo trascendente, creo que Conthe podrá prestar un notable servicio al país si da una información honesta de lo ocurrido en la cocina donde se ha chamuscado Endesa. Es decir: que está muy bien que acuda a la Comisión de Economía del Congreso. Lo dijimos el mismo día que lo pidió, y por cierto: ese mismo día ya anotamos que podía ser una explicación incómoda para el Gobierno. Ahora bien: aquí hay dos cuestiones de principios que debería respetar tan significado personaje. La primera es que fue nombrado por el ministro de Economía, don Pedro Solbes, y sólo ante Solbes tiene que presentar su dimisión. Y la segunda, que en ningún código figura que tenga que explicarse ante el Congreso, salvo en su informe anual. Por lo tanto, si solicita explicarse, debiera hacerlo como un gesto de buena voluntad, y no como una imposición. ¿Y qué hizo el señor Conthe? Escribir una nueva carta, con una condición tan insólita que al presidente de la Comisión le pareció «un chantaje intolerable»: o declara antes en el Congreso o no dimite. Con dos narices. Fernández de la Vega y Solbes le sugieren que dimita y se explique después, pero él sigue con su orgullo bien alto: primero me explico y después dimito; y si no me oyen en el Congreso, no dimito. Esto, con el debido respeto a la persona, es de aurora boreal. Es chulearse, porque Conthe no puede ser cesado. Entiende su cargo como un patrimonio personal que puede administrar según su capricho. Hablar antes o hablar después ya es una cuestión de honor; el pulso que un cargo de confianza le echa a quien le otorgó esa confianza. Pues todo esto todavía se puede empeorar, y se empeoró ayer, con todos los partidos, menos el PSOE, coreándole y abriendo la puerta al triunfo de lo que Antonio Gutiérrez llama «chantaje intolerable». Sí, señor: que Conthe se dé el capricho. ¿Quiere hablar antes de dimitir, porque de lo contrario no dimite? Pues cedamos ante su amenaza. Y es que algunos confunden el chuleo con la libertad de expresión.