El ministro de Justicia actúa a veces como elefante en cacharrería. En su paso por la alcaldía de Madrid hizo obras de infraestructuras imponentes, aunque sean de difícil pago. El miércoles, en la Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados, el ministro hizo exhibición de quién tiene el poder y de cómo lo va a utilizar. Se acabó el consenso o milongas al uso: lo ampara la legalidad.
La Justicia, obvio es decirlo, está necesitada no ya de un revolcón sino de un cambio en profundidad y esto, perdóneseme, podría parecer que, al menos de momento, lo ha postergado el ministro. En su intervención en el Congreso se acercó a los grandes debates que dividen a la sociedad, como ocurre con la cadena perpetua, pero que son indiferentes al funcionamiento de la Justicia, pues es sabido que no se delinque más ni menos por esa nueva pena.
Anuncia el ministro la reforma de la Ley del Menor para aquellos casos en que se delinque con mayores, a efectos de no dar la posibilidad de sentencias diferentes, lo que parece, sin duda, conveniente. Anunció también el copago en segunda instancia, pero justamente por serlo en segunda instancia no impide los querulantes.
En donde en mi opinión estuvo más fino el ministro es en su propuesta de elección de los miembros del Consejo General del Poder Judicial, del que dijo está politizado. Comparto su razón: los grandes grupos políticos han politizado el Consejo y nunca es tarde para impedirlo. Pero el Consejo necesita también un cambio profundo después de más de 30 años de existencia. En época de recortes habría que plantearse si no es mejor pasar de 20 a 6 miembros, lo que nos evitaría 14 coches oficiales, 14 chóferes, 14 secretarias y permitiría tener 14 jueces más... Pero el ministro en lo que hizo hincapié es en la politización del órgano y aboga por dejar la elección de los consejeros al conjunto de los jueces. La pócima con polvos mágicos está servida: en un colectivo tan conservador como el judicial, el Consejo será conservador: todos serán de lo mismo.
Hasta aquí, y siguiendo al ministro, no hemos dejado de hablar de política judicial. ¿Y de la Justicia?
Para los ciudadanos, para todos esos que valoran tan mal a la Justicia, con las reformas propuestas no habremos logrado que cambien un ápice de su opinión. Y lo que es más grave, nos habremos perdido una vez más en los problemas grandilocuentes y nos habremos olvidado de los problemas de la Justicia del día a día.