A Rajoy le toca hacer sus deberes con Galicia

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

07 mar 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Alberto Núñez Feijoo reclamó ayer al Gobierno que apoye la entrada de capital extranjero en Novagalicia Banco para garantizar de ese modo la continuidad de la entidad y su anclaje en Galicia. En expresión gráfica del presidente de la Xunta, en este asunto «cada uno debe hacer sus deberes». Los gestores de Novagalicia han hecho los suyos, buscando inversores internacionales y poniendo a disposición de empresas y autónomos gallegos financiación por valor de 6.100 millones de euros en el 2012. Ahora, le toca al Gobierno.

Resulta obvio que a Rajoy no se le puede exigir que por ser gallego otorgue a Galicia ni a ninguna entidad bancaria un trato de favor. Pero también es evidente que, precisamente por ser gallego, por haber sido de todo en política, desde concejal hasta ministro pasando por presidente de diputación, y por haber recorrido Galicia pueblo a pueblo, conoce mejor que nadie la importancia que tiene para la comunidad, para sus pequeñas y medianas empresas, para cada uno de esos concellos y para todos los gallegos, la subsistencia de una entidad financiera ligada a la tierra.

Más allá de los fríos balances, y teniendo en cuenta siempre que es imprescindible que el proyecto tenga garantizada su viabilidad financiera, Rajoy sabe perfectamente que en esta decisión sobre la solución gallega de Novagalicia no solo pesan las cifras.

Que detrás de este asunto hay mucho más que un problema económico se demuestra entre otras cosas en el hecho de que un empresario de la talla de José María Castellano, que tendría garantizada una remuneración infinitamente más elevada en cualquier otra actividad en la empresa privada, se esté volcando en salvar la galleguidad del banco. El presidente del Gobierno, y más cuando tiene en su mano el inmenso caudal de confianza ciudadana que supone su victoria por una holgada mayoría absoluta, tiene la responsabilidad de hacer política en cada una de sus decisiones, incluidas las económicas. Cabe recordar, además, que en otras ocasiones en la posición del Gobierno no solo han pesado los números. Baste citar, por ejemplo, el caso de la hipotética fusión entre La Caixa y Bankia. En el entusiasmo de Rajoy con aquel proyecto, además de la conveniencia de que España tuviera un tercer gigante bancario, contó también el hecho de que habría facilitado mucho un acercamiento entre el Gobierno y la Generalitat, en un momento en el que el Ejecutivo necesita el máximo apoyo a las duras reformas pendientes. Aquel plan no se materializó porque el presidente de Bankia, Rodrigo Rato, se echó atrás tras convencerse de que sería capaz de salir adelante en solitario. Sería impresentable que ahora la salida de Bankia pasara por quedarse con el botín de Novagalicia a precio de saldo. Todo este proceso demuestra que, de la misma manera que nada se puede hacer en contra del Gobierno, ninguna reestructuración bancaria es posible sin el apoyo del Gobierno. A Rajoy le toca hacer sus deberes con Galicia.