Solo un necio confunde valor y precio en NCG

*+Sofía Vázquez ESTADO BETA

OPINIÓN

27 mar 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

A NCG le pusieron un precio: 181 millones de euros. ¿Cómo es posible que la sexta caja de ahorros valga esa cantidad tan ridícula con los activos que posee? La explicación se halla en el agujero que había dejado en sus cuentas el sector del ladrillo. Y (que nadie se engañe) en un proceso de reestructuración del sector financiero que perseguía engordar las entidades más fuertes y poderosas a las que les iban a entregar a precio de saldo (1 euro) las más débiles y peor gestionadas. Así está siendo. El Estado ya ha entregado unas cuantas que, según los gestores recién aterrizados en ellas, darán beneficios en poco más de un año. ¿Tan listos son los nuevos propietarios o es que la mala situación de las entidades se solucionó con una milmillonaria inyección de capital público a fondo perdido? Tan perdido que las instituciones compradoras o adjudicatarias nunca devolverán. Hasta ahora, los procesos los han financiado directamente el FROB y el Fondo de Garantía de Depósitos, una especie de hucha que las entidades tienen que llenar aportando un porcentaje de cada crédito que conceden.

El Estado inyectó en Novagalicia 2.465 millones de euros, y el banco tiene hasta el 30 de septiembre para lograr inversores que recompren esta participación. El nuevo decreto De Guindos ha obligado a la entidad a acelerar la presentación de su proyecto definitivo: el capital privado llegaría al 49 % y conviviría con el FROB, que mantendría un 51 %. Es decir, ya tiene inversores internacionales (y gallegos también, aunque con mucho esfuerzo y, muchos de ellos, por militancia con su territorio) dispuestos a realizar el desembolso a cambio de unas garantías que el Estado conoce porque ya las ha otorgado en otros cuatro procesos (Unnim, CAM, Caja Sur y CCM), y que muy posible dará también cuando finalice la operación de Catalunya Caixa y Banco de Valencia. Las garantías que solicitan los inversores internacionales respetan la competencia y son más livianas para las arcas públicas. Pero es más, la operación diseñada por el equipo de José María Castellano es la única que permitirá al Estado recuperar capital invertido e incluso llegar a ganar dinero.

Sin embargo, todo lo explicado deja de ser importante si la pérdida se analiza desde la microeconomía. Galicia sin NCG no es lo mismo. Si el banco se une con otra gran entidad, la sangría en el empleo será aterradora. Los despidos se multiplicarán y el personal con mayor cualificación se verá obligado a emigrar. Las decisiones de inversión se tomarán en despachos de Madrid y Barcelona y las empresas gallegas verían cómo su ahorro se destinaría a financiar proyectos de otros territorios, incluso, de otros países. Galicia se convertiría en una sucursal más.

Está claro que solo los (muy) necios confunden valor y precio.