Una vez le escuché a Santiago Segura una frase que resumía la visión que tenemos de lo que en general nos entretiene. «¿Qué tal la película?» «Bah, te ríes». Como si la risa fuese una fórmula sencilla o una espontánea reacción a una nariz de payaso (¡con el miedo que dan!). Por eso cada vez que hay alguien o algo que me hace desbordar la risa o abrirme a la sonrisa ingeniosa aplaudo ese talento. Sobre todo en estos tiempos en que lo normal es agachar la cabeza de vergüenza con programas que recuperan el espíritu de Torrebruno, al grito de «tigres, tigres, leones, leones» (¡va por ti, Cantizano!). Y a pesar de que una ya está acostumbrada a medirse en la frivolidad del bolsón de Higgs y a buscar luz en la oscuridad del garaje de un electricista, no deja de rendirse al buen entretenimiento. El jueves, antes de ese canto al infantilismo con azafatas que es Dando la nota, Pablo Motos despidió El Hormiguero con un repaso que dio cuenta del esfuerzo del espacio que él presenta. No me va mucho la risa acelerada de Motos (prefiero al ácido Wyoming), pero el suyo es el único programa que combina talento, creatividad, ritmo y humor para una televisión 3.0. Vivimos en una tele resesa, y él ha consolidado un horizonte. Ya lo dijo Charlize Theron: «ese hombre está como loco, no entendí nada». Porque a Motos no hay que entenderlo, sino disfrutarlo, como hicieron este año Tom Cruise, Lenny Kravitz, Will Smith, Justin Bieber o Carlos Jean, y dejarse llevar por esa mezcla quimicefa, curiosa y explosiva, con la que «bah, te ríes».