Hay que pensárselo bien antes de irse de viejo a Cataluña. Allí, que son tan respetuosos con la sardana y con la butifarra, lo son menos con los ancianos y discapacitados. Que ya se sabe que tampoco es que importen mucho en estos tiempos en los que lo único que nos interesa es el euro. Pero, como diría mi admirada Andrea Fabra, que se joroben. Con otro sinónimo, claro.
La Generalitat catalana anunció ayer que no va a pagar el mes que acabamos de dejar atrás a las residencias de ancianos ni a las de discapacitados. No tiene dinero. Se lo ha gastado no sabemos en qué. No tiene dinero para estas cuestiones menores. Porque las juergas siguen celebrándose, las embajadas siguen abiertas, las televisiones funcionando, y las financiaciones irregulares, como en los mejores tiempos. Pero esta clase política tan admirable cree, como una buena ama de casa, que hay que empezar el ahorro por lo superfluo. Y ahí está. Con los ancianos y discapacitados. Uno no sabe ya que nos queda por soportar en este país. Lo mismo cualquier día de estos, como no tenemos dinero, optamos por deshacernos de ancianos, discapacitados, enfermos terminales y niños escuchimizados. Que bien mirado, es por donde hay que empezar a ahorrar.