El debate del miércoles entre Obama y Romney tuvo un componente sanitario importante. Es un eje de la campaña. Lo que a mí me interesa resaltar es la conexión de ese debate con la preocupación por la sanidad aquí. Aunque el único que habló (mal) de España fue Romney, Obama identificó nuestro problema, que es el suyo, y la solución: una sanidad más eficiente. En otras palabras, el gasto tiene que crecer más lentamente, o no crecer, y a cambio hay que dar más calidad y tratar mejor a los pacientes. ¿La cuadratura del círculo? No necesariamente.
Al comienzo de su mandato y dentro del paquete de estímulo, se puso en marcha un programa sin precedentes, de casi 20 billones de dólares, para promover el uso de las TIC en sanidad. Un trabajo previo de la Oficina Presupuestaria del Congreso destacaba su potencial para transformar la asistencia sanitaria, reduciendo costes y mejorando la calidad. La información juega un papel fundamental en la sanidad. Su manejo eficiente facilita el trabajo de los profesionales, mejora la calidad de la asistencia y se traduce en resultados para los pacientes. Ayuda a la prescripción, informando de las alternativas en términos de coste-efectividad, reduce las duplicidades diagnósticas, disminuye las visitas innecesarias (ofrece alternativas), facilita el manejo de enfermedades crónicas complejas y permite la participación del paciente. Y no solo por esto. Con las TIC, además, puede contenerse la espiral alcista del gasto sanitario al comparar tratamientos y resultados y así evitar lo innecesario y costoso.
En Estados Unidos los resultados tardarán. La tecnología por sí misma, lo saben, no va a resolver el problema. Se necesitan modelos más integrados de atención sanitaria, modular conflictos de intereses e introducir incentivos adecuados. Los profesionales han de notar el beneficio para su trabajo y para sus pacientes. El factor humano es crítico. En Galicia se ha hecho mejor. Se ha invertido en tecnologías de la información, se ha reconocido que los procesos deben gestionarse de manera integrada y que (evidente) al médico hay que dotarlo de autonomía en la gestión clínica. Y empiezan a verse resultados. La imagen radiológica viaja telemáticamente y se ahorran millones de euros en placas. La eReceta se ha extendido desde hace dos años hasta beneficiar al 100 % de la población, y, por eso y porque se prescribe mejor, ha disminuido el gasto en medicamentos y cada receta cuesta un 10 % menos. Hay una mayor capacidad resolutiva de atención primaria, disminuyen en casi dos millones las consultas en este nivel y la ratio entre urgencias hospitalarias (que bajan) y consultas (que suben) es más racional.
Solo reformando en profundidad se ganará eficiencia y se saldrá de la crisis con una base de gestión más sólida. En Galicia queda mucho por hacer pero se progresa en la dirección adecuada. A pesar de las dificultades que estamos atravesando y de nuestras deficiencias manifiestamente mejorables, me atrevería a decir que, al menos en sanidad, Estados Unidos debería seguir este camino.