Los héroes de este tiempo

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

02 ene 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

A quí estamos, como todos los principios de año: con la misma curiosidad por los próximos doce meses. Y con algo diferente: con más incertidumbre y más miedo. Si me atreviera a definir los estados de ánimo de la sociedad, creo que se podrían resumir en dos: quienes tienen algo que conservar, piden mantenerlo, sin mayores aspiraciones; quienes han perdido su patrimonio o su empleo, suplican que este 2013 signifique su recuperación. Será, por tanto, un año de transición, donde la máxima esperanza que obtenemos de los gobernantes es una leve mejoría en la parte final. Antes, sudor y lágrimas. No hay un solo análisis que sitúe un mínimo crecimiento ni una mínima creación de empleo antes del 2014.

Ante ese inquietante océano de dudas, este cronista solo pretende este primer día del 2013 proclamar sus héroes, que lo han sido el año pasado y lo seguirán siendo en el inmediato futuro. Lo hace para rendirles homenaje, porque gracias a ellos y a su coraje este país no estalló. Esos héroes son, por este orden:

Las familias que tienen a todos sus miembros en paro, y no han salido a la calle a efectuar asaltos para poder comer.

Los empresarios que están viendo caer sus beneficios, y aguantan como pueden y tiran de sus reservas para no despedir a sus trabajadores.

Los jóvenes que escriben sus currículos, los reparten por cientos, no obtienen ninguna respuesta, y siguen estudiando para mejorar su formación y no ingresar en la lista de los dos millones de ninis.

Los abuelos de la pensión mínima, que hacen prodigios con su dinero y lo estiran para poder ayudar a sus hijos y nietos.

Las madres de familia que se han puesto a buscar trabajo fuera de casa y se dedican a las funciones más humildes para que sus hijos puedan continuar con sus estudios.

Los nuevos pobres, los situados por la crisis por debajo del umbral de la pobreza, que aguantan penalidades sin provocar una revuelta.

Las asociaciones vecinales que descubren un hogar donde empieza a faltar el pan y promueven aportaciones económicas, sin que el destinatario sepa quién se las está proporcionando.

Los cooperantes de Cáritas, la Cruz Roja, Aldeas Infantiles, Bancos de Alimentos y otras oenegés, que están supliendo al Estado en sus obligaciones asistenciales.

Los representantes de los trabajadores que, dentro de todas sus limitaciones, están dando un ejemplo de aceptación de la realidad, saben pactar y mantienen la paz social.

Los indignados de la revolución pacífica, que protestan en las calles y cuyo testimonio sirve, por lo menos, para demostrar que esta sociedad no está anestesiada.

Esos son los héroes de este tiempo de España. Si no fuese por ellos y su callada labor, no sé qué sería de este país.