Si en España hubiese tantos nazis, corruptos, machistas e intolerantes como vocean los distintos portavoces políticos cuando hablan de sus rivales, deberíamos abandonar toda esperanza. Por fortuna, no es así. Es verdad que tenemos demasiados políticos ladradores, pero en general son poco mordedores, porque no siempre encuentran donde hincar el diente de una forma partidariamente rentable. El espectáculo, sin embargo, es deprimente. La pasión por descalificar los descalifica a ellos mismos, pero esto no parece importarles nada. Lo que de verdad los inquieta es no conseguir aumentar el impacto de sus mensajes de denuncia, sin preocuparse de que sean ciertos o proporcionados. Lo que quieren es ganar un titular que dañe al adversario.
La lista de políticos embarcados en esta siniestra aventura es demasiado larga para no inquietar. Por poner unos poquísimos ejemplos, en el PP destaca por sus disparos radicalizados Dolores de Cospedal. En el PSOE, es infatigable nuestro Pachi Vázquez, que ha abandonado hace tiempo la senda de la política real para dedicarse a fantasear. En Izquierda Plural, yo tengo debilidad por Joan Coscubiela y por José Luis Centellas, que ya no necesitan escuchar a sus rivales para llevarles siempre la contraria. En CiU, Oriol Pujol encarna la ceguera voluntaria, quizá porque sabe que le conviene. Etcétera. Porque no me daría este espacio para ofrecer una muestra representativa.
Ignoro si vamos a permanecer mucho tiempo en este pimpampum. De lo que estoy seguro es de que, con ello, la política se desacredita entre nosotros. El ejercicio de despelleje al que asistimos cada día carece de altura y de rigor. Y lo peor de todo es que, con sus dicterios y parloteos, no nos dejan ver a los líderes prudentes que están haciendo su labor sin descender a la cloaca de la afrenta. También aquí habría que citar nombres de todos los partidos que mantienen una actitud políticamente elogiable, pero que pagan su prudencia con el ostracismo que acarrea estar alejado de los titulares más rimbombantes. Creo que hay que empezar a prestar más atención a los políticos de esta estirpe y menos a los charlatanes de feria enamorados de sus propias majaderías.