La incertidumbre, la duda y el temor, instalados en la sociedad, constituyen el compost necesario para arrumbar con los pilares de bienestar más sólidos. Las cosas en nuestro país iban bien: la sanidad se había universalizado sin pérdida de un ápice de su calidad, las pensiones y su obtención se mantenían y aún aumentaban; el seguro de desempleo; las rentas de reinserción social? No con poco orgullo se decía que el que nacía en España tenía una vida digna asegurada. Habíamos y vivíamos en el Estado de bienestar. Y si bien existen causas objetivas para su deterioro, nuestra actitud es un elemento básico para salir del hoyo. Aún no estaban lejos los tiempos en que se ahorraba para una enfermedad o para el futuro académico de los hijos y ya se nos había olvidado. Alguien, las Administraciones públicas, se encargaban de ahorrar por nosotros.
Pero la situación ha dado un giro copernicano. Todo se viene por los suelos. Y lo importante ya no es la crisis en sí misma, ni cuantas desgracias deja por el camino, sino el no saber cuál va a ser la duración ni hasta dónde se alcanza en la destrucción. Hay temor. El peor de los diagnósticos.
Pero el que se enseñoreen las dudas no ha de obligarnos a permanecer en silencio. En silencio ante las responsabilidades, al menos de aquellos a los que se les pagaba por su especial listeza, a los que, al menos, cabe preguntarles. En silencio ante los que provocativamente airean indemnizaciones como la del consejero delegado del Banco de Santander. En silencio ante las políticas de austeridad y subida de impuestos. En silencio ante la arrogancia de los gobernantes que siguen sabiéndolo todo a pesar de la constatación de sus errores. En silencio ante el paro convertido en número.
Parafraseando a John F. Kennedy en su discurso de toma de posesión como presidente en 1961, permítaseme decir que es un grave error el silencio, la indignación casera, la resignación? Hora es para que, sin perjuicio de lo que hagan las autoridades, nos engavillemos con un objetivo común: rendir lealtad nacional. «No me pregunten lo que América puede hacer por ustedes, sino lo que ustedes pueden hacer por América».
Por nuestro país podemos y debemos trabajar más, de forma altruista, abaratando nuestra producción. Podemos comprar preferentemente productos nacionales. Crear redes sociales de apoyo a los más necesitados y cooperar más con las que ya existen. Podemos dejar y aparcar localismos estériles. Lo que no podemos es afirmar ante nosotros mismos, ni ante la historia, que no hay nada que hacer o que llega con lo que hacen los políticos o los demás. Desterrar de una vez que nosotros tenemos culpa de algo. Como señaló el presidente Roosevelt, solo un optimista tonto puede negar la realidad obscena del momento. Por eso no cabe el temor paralizante, es momento de actuar , porque lo único que tenemos que temer es el temor mismo.