Una de jueces, empresarios y sexagenarios

OPINIÓN

27 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

A sí se decía en Forcarei: «Unha de vaqueiros»; «Unha de gardas e ladróns»; «Unha de Manolo Escobar». Pero el género de la película que vi el sábado no se conocía en Terra de Montes, y por eso tengo el honor de ser el primero que lo anuncia a Galicia entera: «Unha de xuíces, empresarios e sexaxenarios».

Lo primero que hay que considerar, a la hora de elevar a género peliculero estas trapalladas, es que los jueces, cuando quieren ser demagogos o franciscanos, lo hacen de maravilla. Así se demuestra, por ejemplo, en la suspensión de los desahucios, en el que, adelantándose a las reformas legales, y olvidando que los demandantes también tienen derecho a la justicia, optan por no aplicar la ley. Y lo deciden así porque les parece mejor, o más cómodo, o más chachi piruli que aplicarla. Y de ahí deduzco yo que los sexagenarios de Ordes entraron en la cárcel porque algún juez lo quiso, porque hubiese bastado con que le aplicasen la técnica de los desahucios -«de oca a oca y no sentencio ni ejecuto porque no le toca»- para que tal desaguisado no se hubiese producido.

También hubiese bastado con aplicarles a estos viejos enamorados el derecho urbanístico, es decir, el que se le aplicó al edificio Conde de Fenosa, de A Coruña, o el que se les va a aplicar a los adosados de O Grove, para que, por razones de interés social, se subsanasen las deficiencias del caso. La fórmula técnica es «pelillos a la mar», y con ese conjuro sería suficiente para que los dos pobres viejos no estuviesen en la cárcel, clamando al cielo y poniendo a la Justicia en su lugar. Y si estos casos no fuesen aplicables, que nunca se sabe, también se les podría aplicar la jurisprudencia que salvó a los Albertos, o la del caso Payerols, o la de tantos otros casos en los que circula la pasta gansa.

Pero el título de esta crónica no va de eso, sino de la noticia que saltó a los periódicos a la misma hora en que los viejos de Ordes ingresaban en el trullo. Porque ese día supimos, después de haber preguntado por ello más de treinta veces, que la instrucción del caso de la Confederación de Empresarios de Galicia acaba de cerrarse, con auto de apertura de juicio, ¡trece años después!, y tras haber traspapelado todo lo que tenía que ver con los sindicatos. ¿Cómo es posible? ¿Trece años esperando a que todo se desdibuje y carezca de sentido? ¿Trece años instruyendo trapalladas mientras esto amolecía en los cajones? ¿O trece años intentando que nos olvidásemos del caso y todo se perdiese en un archivo?

Pero yo, al menos, he quedado tranquilo. Porque ahora sé que el caso CEG duró 13 años porque la ley estaba librando una dura batalla contra los «Bonnie & Clyde de Ordes», y que ahora ya podemos ir como sabuesos a por la estafa de los 7 millones de euros. Y es que la Justicia, como dice Forges, «cuando se pone, se pone».