Vamos a tener papeles de Bárcenas hasta hartarnos. Son la comidilla, el opio informativo, la saturación de los medios. Como ayer, siguen siendo el único argumento de la política española. En lo que sabemos, no hay mayor novedad, porque lo último publicado es lo mismo que lo primero, pero en original. Pero se ha dado con una clave que era conocida, aunque no se había llevado a primera página: el señor Rajoy cobró dinero negro cuando era ministro. Y, como el señor Rajoy declaró solemnemente que él nunca había cobrado ni pagado en negro, ahí tenemos a la oposición de izquierda aprovechando que el Miño pasa por Lugo para decirle que no merece seguir en la residencia del Gobierno. Eso es lo novedoso: acaba de surgir la caza y captura del presidente Rajoy.
Creo que esto merece alguna reflexión. Primero, sobre el seguidismo de los partidos. No tienen una idea propia ni por casualidad. Son incapaces de aportar un dato de investigación de sus líderes y equipos. Van detrás de lo que se publica -«en confuso tropel», decía Alfonso Guerra-, sin tener siquiera la precaución de admitir una duda. Ven las anotaciones de un señor que está en la cárcel porque no puede justificar sus millones, y las toman como si fuesen las Tablas de la Ley y Bárcenas el Moisés intermediario de Yaveh. Con los debidos respetos a Cayo Lara y Elena Valenciano, no me parece serio. Tenemos derecho a un poco más de rigor cuando se quiere dar un golpe a la estabilidad política. Lo único que ha cambiado desde el 31 de enero en que se publicaron los primeros papeles hasta el día de hoy es que entonces Bárcenas tenía 23 millones de euros y ahora tiene 48.
Segundo, la actitud de Mariano Rajoy. ¿Es consciente de que se ha decretado su operación derribo? Claro que lo es. Hay que estar muy ciego para no verlo. ¿Y va a seguir como don Tancredo delante del toro sin mover un músculo? Eso parece. Su técnica es esa: cuantos más gritos hay en la plaza, llámese Cataluña o llámese Gürtel, él menos se mueve y menos habla. Esto puede ser una virtud, no lo sé. Puede ser una inteligente estrategia de desgaste de la acusación, tampoco lo sé. Pero que tenga cuidado, porque empieza a ser ya el factor cómico de esta escandalera. Comenzó por el famoso plasma que dio lugar a tantos chistes, y ahora entra en la fase del dontancredismo, que a tantos políticos erosionó. Lo peor que puede hacer Rajoy es confundir su honestidad personal con las creencias de la gente. No sea que le pase lo de Zapatero con la crisis. Si el ciudadano veía la crisis y Zapatero la negaba, el equivocado era Zapatero. Si los ciudadanos quieren oír cabreado a Rajoy y Rajoy no escucha ese clamor, el equivocado será Rajoy. Y perdón por la comparación.