Entre las noticias del verano gallego hay dos que requieren algún comentario por su trascendencia ambiental y por los riesgos asociados. La primera de ellas fue el anuncio entrevelado de una gasolinera flotante en el golfo Ártabro. No sé si se han calibrado todos los riesgos implícitos en esta poco afortunada decisión ni si se han cumplido todos los requerimientos de información ambiental y de seguridad previstos, pero no me parece. Estamos ante un espacio urbanizado de gran valor productivo, paisajístico, turístico y económico donde más de 600.000 habitantes conviven con parques naturales, reservas mundiales de la biosfera, monumentos naturales, espacios de diversa protección y donde un compromiso ciudadano con un modelo de desarrollo urbano sostenible resulta imprescindible. Menos mal que el ministro del ramo ha anunciado la ilegalización de esta actividad en la bahía de Algeciras y que esperamos se aplique también a nuestras rías. En todo caso, se trata de un buen objetivo para empezar una lucha ciudadana y un posicionamiento de los ecologistas y de los que creemos en una Galicia sostenible.
El caso de la playa de As Catedrais es más recurrente. Es nuestra playa más famosa, más valorada internacionalmente, más veces incluida en los ránkings de excelencia y centro de peregrinación de los amantes de la naturaleza y de turistas en general. Con la catedral compostelana, el faro romano coruñés, y el cabo Finisterre completa la nómina de nuestros lugares de culto. Hace años el Gobierno aportó una primera protección y acondicionamiento en un plan para todo el litoral lucense, pero desde entonces As Catedrais ha sobrepasado todas las expectativas. Es ya un recurso económico y una de las imágenes emblemáticas de Galicia, aunque la Secretaría de Turismo de la Xunta la haya excluido de la relación oficial de los lugares top ten de Galicia, a pesar de que en la propuesta técnica figuraba en los primeros lugares. Es urgente acondicionar el espacio circundante y controlar los accesos y sendas, porque el riesgo actual no amenaza solo al propio espacio natural, muy frágil, sino a las personas que se adentran por recunchos peligrosos. No quiero pensar que este abandono y la anterior omisión sean por razones partidistas porque, de serlo, dirían muy poco de la integridad y de la galleguidad de esos políticos.
Ante la incompetencia política debemos de ser la sociedad civil, y no los partidos o asociaciones politizadas, quienes pongamos en marcha iniciativas sociales para defender el presente y pensar el futuro. Galicia necesita una nueva movilización ciudadana para impedir que muchas situaciones como estas ni se repitan ni sigan como están, y para que los políticos en lugar de ejecutar lo que a ellos les conviene gestionen lo que los ciudadanos necesitan y también den vida a sus aspiraciones colectivas. Yo me apunto.