Ojalá el océano de buenos deseos que se entrecruzan al llegar la Nochebuena sirviese para cerrar alguna de las enormes brechas que dividen cada día más a esta atribulada sociedad.
Por ejemplo, la que separa a los que proponen una disparatada subida del recibo de la luz y los que pasan frío porque no tienen calefacción o carecen de dinero para ponerla en marcha. O entre estos y los que un día dijeron defenderlos desde puestos de relevancia política y hoy cobran de las empresas eléctricas.
O la que enfrenta a quienes entienden de formas diferentes el derecho a la vida: los que ponen en primer lugar el derecho a nacer y los que estiman que es más importante el derecho a una vida digna.
O la que existe entre quienes, tras haber cotizado más de 30 años, viven de exiguas pensiones que crecen al 0,25 %, y los que fijan tan magros incrementos para los demás, pero se autoasignan mullidas jubilaciones tras unos pocos años de representación política. O los que se van con millonarias indemnizaciones tras dejar cajas quebradas.
O los que persiguen por supuesta evasión de impuestos a modestos emigrantes y no despejan las dudas sobre el uso de dinero negro en sus propias cuentas. Y culpan a quien las manejó durante dos décadas de haberles engañado tanto tiempo y amasar una fortuna de millones de euros en sus ratos libres.
Ojalá el océano de buenos deseos que se entrecruzan esta Nochebuena no sean un mero formalismo, sino que constituyan el germen para que empiecen a cotizar al alza, a todos los niveles, valores como solidaridad u honradez. Y empiecen a cerrarse las brechas.
Feliz Nochebuena.