Sentí náuseas. Un presentador de la cadena Alerta Digital y un sacerdote mantienen una conversación en televisión, en la que el primero de ellos afirma que la suerte que corra el político socialista, y abanderado del movimiento gay en España, Pedro Zerolo, en alusión a la evolución de su cáncer, se la trae «al pairo». El cura, refrendando las palabras de su interlocutor, manifiesta que la gentuza como Zerolo merece una pena capital porque se ríe de la virtud cristiana. Que este diálogo de besugos aconteciera en el Medievo, pues hasta resultaría, si no lógico, sí normal, pero que se produzca en pleno siglo XXI, es de juzgado de guardia. ¿Qué esperan las autoridades eclesiásticas para actuar contra este sacerdote? ¿No fue un discurso diametralmente opuesto el que argumentó el papa Francisco sobre los homosexuales meses atrás? La inmensa mayoría de los creyentes no piensan como estos dos personajes, por mucho que ellos se empeñen. ¿O es que no son conscientes de que en la comunidad gay hay muchos católicos practicantes? Con programas como este no me extraña que los de Belén Esteban batan récords de audiencia. Nacionalcatolicismo puro y duro. La libertad de expresión es otra cosa. Esto solo alcanza la categoría de fascismo vomitivo.