Rajoy está más contento cada día que pasa y añade nuevos motivos de satisfacción por la forma en que -subraya en cuanto tiene ocasión- empieza a sonreírnos el presente y nos sonreirá aun más el próximo futuro.
Ya no es solo que la prima de riesgo haya bajado y de que ya no se hable del rescate de España (ya se sabe que lo de la banca fue solo un préstamo en ventajosas condiciones). Pletórico, afirmó en Andalucía el domingo que «aquí sigue habiendo un sistema público de pensiones» y siguen existiendo un sistema sanitario y un sistema educativo públicos y gratuitos.
Y si la mera existencia de pensiones, sanidad y educación públicas y gratuitas son méritos del Gobierno actual, uno no sabe si echarse a temblar. Sobre todo cuando se sigue destacando que los que gobernaron antes congelaron un año las pensiones pero no se dice que el actual fijó un procedimiento por el que sistemáticamente perderán poder adquisitivo, salvo que los precios suban menos del 0,25 % anual. Ni se mencionan los copagos impuestos a los pensionistas en sanidad, ni los fármacos retirados del sistema, ni los intentos privatizadores de hospitales frenados por un tribunal, ni las tasas por recurrir a la Justicia impuestas pese a la oposición del mundo del derecho.
Y si el presidente habla de bajar impuestos y de un futuro halagüeño, pero tampoco dice nada sobre los ajustes que penden sobre nuestras cabezas para que en el 2016 el déficit público haya bajado casi cuatro puntos más, hasta el sacralizado 3 %, la mera cita de las pensiones, sanidad y educación públicas y gratuitas provoca temblores. Por si se consideran un logro revisable y no algo básico e intocable.