El dolor crónico

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

06 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Oigo contar a un conocido cómo el dolor puede llegar a devastar a una persona y a su entorno. Se refiere al dolor crónico, ese que voltea tu vida y que hace que no vuelvas a ver los días (y las noches infinitas) de la misma manera. En este caso la empatía es fácil. Solo tienen que ponerse encima de una jornada en la que un dolor tremendo por un accidente o una enfermedad les postró, les destrozó su reloj vital, hizo trizas cualquier capacidad de intentar vivir y multiplicarlo hasta el infinito y más allá. Pues así de fastidiados están los que ven cómo un dolor crónico los señala sin piedad. Otra vez los que trabajan con estos pacientes dicen que la clave está en intentar hacer frente a la tempestad, buscar el resquicio de los escasos momentos en los que el dolor afloje. Ir pisando de oasis a oasis. Y sobre todo huir de caer en el victimismo. El victimismo es territorio abonado para el mal humor. El mal humor es lo que golpea de forma inmisericorde a quienes nos rodean. El entorno sufre con el dolor de su ser querido. No son ellos los que tienen que apretar los dientes, pero las llamaradas les salpican. Siempre hay que ir a los ejemplos positivos, a los casos en los que la superación se impuso: como la pintora Frida Kahlo, que vivió veinte vidas distintas con su espalda partida.