La tienda de esclavas de Boko Haram

OPINIÓN

12 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Aún no es cierto que la tienda de esclavas de Boko Haram cotice en la bolsa de Abuya, ni que sirva el género en Europa a los que compran por Internet. Pero me temo que todo llegará. Porque, mientras encomendamos el secuestro de 270 niñas a las emotivas campañas #BringBackOurGirls y #RealMenDon'tBuyGirls, dedicamos nuestros satélites a espiar a Merkel, nuestros drones a controlar las bodas de Afganistán, nuestras fuerzas navales a apresar cayucos de inmigrantes, y nuestra diplomacia a hacer el ridículo en Kiev. ¡Una vergüenza!

En una base secreta de Estados Unidos hay datos sobre mi vida que parecen ser cruciales para la seguridad del mundo. Saben, por ejemplo, qué palabras uso más frecuentemente en mis artículos, donde vivo desde hace treinta años, y con qué argumentos me opuse a la invasión de Irak. También saben que me gustan los huevos fritos, que tengo el libro de Yves Calvé sobre el marxismo, y que hice la mili en la Brunete sobre un carro de combate Sherman que tenía cicatrices -el carro, no yo- de la guerra de Corea. Por eso no tienen tiempo para saber nada de Boko Haram; ni se huelen dónde está su harén de niñas robadas; ni tienen comandos para bajar sobre Nigeria y traer ante el Tribunal Penal Internacional un preso que no sea serbio.

Donde nos interesa vamos con aviones y misiles, tenemos información milimétrica sobre los blancos que hay que hacer sobre los negros, y permitimos que en el sagrado nombre de la democracia violen y asesinen a Gadafi delante de nuestras narices. Y cuando no nos interesa no sabemos nada, ni dónde se esconde Haram, ni dónde vende la mercancía, ni por qué el Ejército de Goodluck Jonathan hizo la vista gorda, ni cómo los islamistas copan el Sáhara y siembran impunemente el horror y la muerte. Por eso tenemos a nuestros soldados y espías enredando con la tecnología de última generación, mientras confiamos la vida y el dolor de estas niñas, no a San Pedro Nolasco y a su reconocida Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced, cosa que tendría algún sentido, sino a los emotivos tuits que escribimos mientras tomamos café.

Siempre lo dije: ¡cuando la OTAN se pone, se pone! Aunque esta vez, sumida en su desorientación política y estratégica, y ninguneada por los soldados anónimos de Putin, nuestros aguerridos generales han encomendado la misión humanitaria de Nigeria a los tuits de sus mujeres y sus hijos, y a cuatro especialistas que van a dar conferencias a Abuya antes de hartarse de whisky on the rocks en el piano bar de sus lujosos hoteles. Por eso espero una inteligente rebelión de los tuiteros. Para que por una vez dejen de enredar en sus endogámicas redes y se manifiesten a favor de la intervención inmediata de los mejores comandos y helicópteros artillados del mundo. Salvo que Boko Haram les dé miedo, que todo pudiera ser.