Una película de esas pequeñas. El canadiense Jean-Marc Vallée, en la dirección. Y de repente dos actores que lo revolucionan todo con dos interpretaciones de las que quedarán. Los dos se llevaron el Oscar. La película es la historia real de Ron, un electricista enganchado al rodeo, a las mujeres y a casi todo que, cuando empezaba lo del sida, le dicen en un hospital que tiene el virus. Reacciona mal, fatal. El papel lo hace el reconvertido Matthew McConaughey, con veinte kilos menos. Junto a él, Jared Leto, que llevaba cinco años sin actuar y que borda el papel de reinona enganchada a casi todo, a la vida y a la muerte. Apenas 25 días de rodaje. Solo trescientos dólares para el maquillaje (que también se llevó el Oscar). Y dos artistas en estado de gracia de un guion que cuenta cómo Ron se enfrenta a su enfermedad y organiza viajando por medio mundo un club de consumidores de sustancias que todavía no estaban permitidas en Estados Unidos para tratar el virus. Los médicos le daban treinta días de vida y tuvo tiempo de hacer mucho más. Usó ese punto que solemos olvidar de que el carácter es el destino para enfrentarse a todo y a todos. Impagable ver cómo Matthew y Jared se unen en la desgracia. Un abrazo de vida al borde de la muerte (que es como estamos todos, ¿no?).