El fenómeno de Ocho apellidos vascos, que tiene su punto de calidad, demuestra que el público quiere pasárselo bien. Pero que busca películas bien filmadas. Es mentira el tópico de que solo las películas como Torrente funcionan. El que tenga dudas que revise el top cinco de los metrajes más taquilleros del cine de nuestro país, club en el que se colocará la comedia de chico andaluz se enamora de vasca y la persigue hasta el País Vasco («las Vascongadas» en la película). Las cinco que estaban antes del estreno de Ocho apellidos vascos eran dos de Bayona, una de Amenábar y otra de Fesser. Torrente 2 solo ocupaba el quinto puesto. La más taquillera de la historia es Lo imposible, el filme de Bayona con tirón internacional. Amenábar con Los otros se quedaba la medalla de plata. Cine de calidad y con ese punto entre misterio y terror que, con la comedia, está claro que es lo que más dinero hace en este país. Así es que el tercer puesto es para El orfanato, otra de Bayona, que jugaba con maestría con el miedo, y el cuarto, para La gran aventura de Mortadelo y Filemón, que buscaba con talento las cosquillas. No son, para nada, malos trabajos estas cuatro historias. Como tampoco lo es en su fórmula descarada Santiago Segura con su Torrente. El público cuando se ríe o pasa miedo pasa por taquilla. El público quiere sentir.