Apenas se había apagado el eco del primer aniversario de la tragedia del Alvia a la entrada de Santiago, cuando sobreviene un sorprendente accidente múltiple en el alto de Mondoñedo. Dos situaciones muy diferentes por su dimensión y por la gravedad de las consecuencias, pero con un factor común para ambas: un trazado de riesgo. Por un lado, hubo un empeño en hacer entrar el AVE hasta el centro de Santiago, sin evaluar lo inadecuado del trazado ferroviario para un tren de alta velocidad; por otro, una autovía colgada en el aire en uno de los puntos más difíciles, por geología y por climatología, de la provincia lucense.
Inevitablemente me vino a la memoria aquella propuesta inicial de que la autovía del Cantábrico discurriera por la proximidad de la costa, como en el resto del trazado. Hubo que acallar a los alcaldes ribereños del Cantábrico para que su oposición al trazado interior no tuviera consecuencias políticas. Desconozco en ambos casos qué intereses particulares había para llevar el tren y la autovía por esos trazados, pero seguramente no fueron decisiones puramente técnicas. Cierto que la autovía costera introduciría impactos paisajísticos en un espacio muy sensible, pero no mucho más de los que la nueva carretera pueda generar. Es más, todavía habría que madurar hasta qué punto no sería aconsejable prolongar la autovía del Cantábrico hacia Ferrol y evitar así la necesidad de uso del trazado interior, si con ello contribuyésemos a la reducción de riesgos.
Lo peor es que, a niveles menos trascendentes, hace años que se están tomando decisiones sobre trazado y tipo de infraestructuras de transporte posponiendo la racionalidad a cuestiones localistas, a razones electoralistas o a intereses económicos y especulativos que no siempre es fácil desvelar. Y esto ocurre, en parte, porque tales decisiones se toman al margen de los intereses ciudadanos, e incluso de los intereses del territorio. Es necesario planificar a largo plazo las grandes infraestructuras y hacerlo de manera que todos podamos ser partícipes de las decisiones, naturalmente, siempre que se disponga de la información necesaria. Ahora ya es tarde para revertir muchas de esas infraestructuras, pero al menos que estos casos nos sirvan de escarmiento para pensar las cosas de otro modo. Claro que el nuevo ciclo económico y el nuevo ciclo sociopolítico se encargarán, probablemente, de que las cosas en adelante se hagan de otra forma.