El Gobierno español atempera su triunfalismo, a juzgar por las palabras del ministro de Economía en la cumbre del G-20. «Gran parte del mantenimiento de la recuperación en España se juega en Europa», sentenció. El frenazo de la eurozona, dijo, tiene un doble impacto negativo: golpea la exportación y enfría «las expectativas». Tiene razón Luis de Guindos. Ahora sí, no días atrás, cuando aún aludía a la supuesta «velocidad de crucero» de la economía española. Bienvenido al club, señor ministro. Por fin comienza a rectificar y a reconocer el callejón sin salida en que nos han metido las políticas austericidas. Ajustar el diagnóstico, aunque sea a destiempo, constituye el paso previo al diseño de la terapia.
La dieta de adelgazamiento, a base de rebajar rentas y salarios, facilitar despidos, subir impuestos y recortar gasto público, causó anorexia, decapitó la demanda y, en consecuencia, contrajo la producción de las empresas. Sorprendentemente, después de abogar por el empobrecimiento competitivo, de exigirnos contención y sacrificios, el Gobierno proclama ahora que la demanda interna se está erigiendo en motor de la recuperación. ¿Espejismo o milagro de los panes y los peces?
-Pare el carro, señor columnista. ¿Está negando que existen indicios de recuperación? ¿Acaso no está aumentando el consumo, como aseguran los analistas, como apuntan los datos de ventas de El Corte Inglés, de Mercadona o de los concesionarios de coches, y como certifica la contabilidad nacional?
Yo no niego nada. Digo simplemente que no creo en los milagros, y menos aún en los de naturaleza económica. Afirmo que la cacareada recuperación tiene los pies de barro y el repunte del consumo será flor de un día si, paralelamente, no crecen las rentas y no suben los salarios. Pronostico que, de no mediar ambiciosas políticas que estimulen la demanda, vamos derechitos hacia la tercera recesión o, como mal menor, hacia un prolongado letargo sin crecimiento ni creación de empleo.
El consumo está aumentando porque mejoran las expectativas de los ciudadanos. Aclaro: las expectativas, no el bolsillo. El optimismo, no los ingresos. En el segundo trimestre del año, la renta disponible de los españoles era casi idéntica -incluso algo inferior- a la del mismo período del 2013. Con el mismo dinero que un año antes, gastaron un 1,9 % más y ahorraron un 7,2 % menos. Toda la recuperación está prendida por ese delicado alfiler.
Póngase usted en la piel de una familia media. Sus ingresos menguaron y se estrujó el cinturón hasta el último ojal. Redujo el consumo al mínimo, se desendeudó lo que pudo y ahorró algunos euros en previsión de tiempos todavía peores. Ahora, tal vez convencida por el Gobierno de que lo peor ya ha pasado, ha tirado de ahorros para cambiar el coche o el frigorífico. La cuenta corriente ha menguado -el ahorro bruto disminuyó en 4.000 millones en el último año-, pero los pregoneros oficiales anuncian prosperidad y empleo a la vuelta de la esquina. El horizonte se presentaba risueño antes de que viniese el parón de la eurozona y amenazara, según advierte De Guindos, con chafarnos las expectativas.