Le pregunta el entrevistador al joven Errejón -uno de lo miembros del politburó de Podemos- en dónde se ubican, si en la derecha -improbable- o en la izquierda -posible-, y sin inmutarse responde que su lugar ideológico está «en los de abajo» (sic).
Yo, que he militado donde reside la utopía, y que sigo con interés morbo-sociológico el desarrollo formal del movimiento antaño asambleario, me quedé estupefacto ante la respuesta más próxima al neocantinflismo que a un planteamiento riguroso.
Y recordé la parodia de Cantinflas ante las Naciones Unidas en un viejo film cargado de demagogia primaria, de buenos y malos y de los de arriba y abajo.
El miembro de la troika también apeló a la gente, como si los del común fueran una marca registrada y se pudiera, como si nada, hablar en nombre de la gente.
Ese infantilismo tan primario como banal está pervirtiendo un movimiento que nació cuando la indignación y el cabreo aconsejaron a las capas más jóvenes y vulnerables de nuestra sociedad articular una respuesta que nació en los meses que siguieron al ya mítico 15-M. Infantilismo ya denunciado en los viejos textos iniciáticos del marxismo tradicional como el leninismo que contaminaba tóxicamente las tesis de Carlos Marx.
Los nuevos dirigentes, cansados del postureo posibilista, de las frases vacuas, de las consignas demagógicas, de hablar sin decir nada, de remar a favor de la corriente cuando los escándalos de la vieja derecha y de la torpe izquierda aupada en la corrupción incesante y obscena dicen desde las televisiones lo que los telespectadores quieren escuchar, han decidido formalizar al clásico modo su formación, hasta convertirla en un partido según los cánones del centralismo democrático, léase estalinismo, subrayando de nuevo que el que se mueva no sale en la foto.
Y lejanas quedan ya las tesis de Zizek, de Castro Flores o del revisitado pensamiento de Simón Bolívar. El primer mandamiento es no asustar a la clase media, que es ahí donde están los votos.
Pero el voto es cauto, miedoso y frágil y los dirigentes de Podemos todavía no han contado cómo van a financiar la renta universal, la jubilación a los sesenta años, o renegociar la deuda. De empleo, pensiones, sanidad o educación ya ni hablamos.
Conozco el capital humano de determinados círculos locales de Podemos. Se nutren de damnificados de formaciones tradicionales, viejas glorias que han visto una nueva oportunidad colgándose de Podemos, revanchistas y gentes de buena fe que confunden la ilusión con la política.
Por eso no acuden con su marca a las municipales, por eso insisten el colocarse con los de abajo mientras mantienen que en democracia la soberanía reside en la gente. En los de abajo.