Tiempo de mensajes y balances. Primero, el rey; ayer, Rajoy; en los próximos días, los presidentes regionales. Felipe VI trató de recoger las inquietudes sociales y Rajoy, de poner una dosis de tranquilidad. Si el rey considera inaceptables los índices de paro, el presidente entiende que ya se crea empleo. Si el rey pide lazos afectivos con Cataluña, el presidente opina que solo hay un malo, que es quien crea problemas (Artur Mas) en vez de resolverlos, y para los malos no hay vínculos de afecto. Y si el rey está preocupado por los efectos de la crisis y el Estado de bienestar, el presidente contempla un horizonte de superación de todas las dificultades. Su mirada a la realidad del país es muy parecida a esta: empezó muy mal, dominó el caballo del desastre y ahora estamos a la puerta de la dicha plena.
Yo creo que en toda España no existe un hombre más feliz que don Mariano Rajoy. Está como si ya hubiera ganado las elecciones no celebradas. Irradia satisfacción y suficiencia en cada folio. Se le nota en la forma de leer sus informes y en no dejar ni un solo espacio para la incertidumbre. Tiene una confianza ciega en el 2015, y no es que espere un buen año; es que lo considera el año del «despegue definitivo». Desde luego, si con los datos que dio no consigue levantar la moral del país, es que tiene algún problema personal de comunicación. No se puede presentar una realidad más risueña, ni una gestión de Gobierno más eficaz, ni una perspectiva de futuro más alentadora.
Y hace bien, qué diablos. ¿Acaso miente? No, señor; solo selecciona cifras según sus intereses de gobernante. Supongo que nadie esperará de él que se recree en el estudio que demuestra que España es el país donde más han crecido las desigualdades sociales, o que ensalce el número de hogares con todos sus miembros en paro. Él es un administrador de la cosa pública, entiende que está administrando bien y quiere que se sepa. Igual que Zapatero, pero sin decirlo, cree que el pesimismo no crea empleo, por lo cual es preciso inundar el país de gestos y palabras optimistas. Y a esa tarea se dedica con entusiasmo.
Yo, como no soy Pedro Sánchez ni Cayo Lara, no lo voy a desmentir. Los datos que da son ciertos y hace mal el PSOE en no reconocerlos. Lo único que pido es que se cumplan sus pronósticos. Y lo único que sugiero es que, a la hora de dar detalles, se den todos, que a este pueblo no le vendría mal un pequeño ejercicio de realismo social. Pienso en el parado y el sintecho que ayer lo escuchó: qué habrá pensado al oír tanta proclamación de felicidad. ¿Habrá empezado a tener esperanzas o se le habrá despertado la irritación? Si ese desprotegido fuese votante del PP, quizá no se le haría tanto vacío.