Es una reunión que se enmarca dentro de la práctica diplomática regular entre España y Marruecos pero, a pesar de la trascendencia de los temas a tratar, no ha tenido la repercusión mediática que se merecía. Y es que aún cuando el primer ministro marroquí Abdelilá Benkirán ha visitado Madrid en compañía de la plana mayor de sus ministros, nuestra preocupación por el sinfín de pactos que se están negociando para la constitución de todos los ayuntamientos y de trece comunidades autónomas, además de las ciudades autónoma de Ceuta y Melilla, ha ensombrecido un encuentro de gran relevancia.
Lo que ha trascendido sobre el temario de la IX Cumbre Hispano Marroquí ha sido la puesta en marcha de un plan para luchar contra el terrorismo yihadista y la inmigración ilegal mientras se afianzan los lazos comerciales que, tal y como ha señalado Mariano Rajoy, han supuesto 10.000 millones de euros en intercambios comerciales con 17.000 empresas españolas exportando al país alauí. Marruecos es nuestra puerta del sur y a ambos países les interesa que fluya el negocio, siempre y cuando no vaya acompañado de elementos indeseables como son los terroristas, los narcotraficantes o los desesperados inmigrantes ilegales.
La cumbre anterior tuvo lugar en Rabat en octubre del 2012 y muchas han sido las cuestiones que han cambiado desde entonces, como consecuencia de los levantamientos del 2011 y el aparente fracaso de la llamada primavera árabe, pero hay otros problemas que siguen enquistados, relegados al olvido, como es el caso de la ilegal ocupación por Marruecos del Sáhara Occidental o la violación de los derechos humanos. Y es que hay cosas que nunca cambian: primero el dinero y la seguridad, después la justicia universal.