Este verano dediqué parte de mi tiempo a releer entrevistas realizadas por María Antonia Iglesias en La memoria recuperada. Lo que nunca han contado Felipe González y los dirigentes socialistas. También artículos de José Luis Álvarez, profesor del INSEAD, uno de los excelentes analistas del Partido Socialista de este tiempo, e incluso volví sobre las almas del PSOE siguiendo la estela de Largo Caballero, Prieto, De los Ríos y Negrín. Nada de lo que releí me confortó, por más que me haya permitido entrever los absurdos caminos que una socialdemocracia conservadora y un partido sin liderazgo eran capaces de recorrer.
Han pasado las elecciones gallegas y vascas y todo ha empeorado desde el mes de junio para el PSOE, también para los ciudadanos, y ahí estaba Pedro Sánchez. Los socialistas tenían la obligación de establecer sus prioridades políticas, y desde la reflexión construir una política y un partido capaz de responder a los cambios sociales que se han producido y convencer a los españoles que la democracia y el juego limpio pueden servir para combatir la desigualdad y el autoritarismo, pero prefirieron no reflexionar sobre su partido, su liderazgo, y su política para España. Antes del debate de investidura de Rajoy, no dedicaron tiempo ni tuvieron temple para apuntar algo nuevo en su doctrina: excelencia en la gestión del Estado del bienestar, nuevos modelos de crecimiento, igualdad de oportunidades y mérito como principales valores, la España solidaria, la igualdad de género, políticas radicales en fiscalidad, Europa, y a partir de ahí empezar a construir un liderazgo. Optaron por mirar hacia dentro y discutir por puestos en el mundo secundario de la representación política, y en ello siguen. En ese singular retortero que va de la Ejecutiva al Comité Federal, del secretario general a los militantes, pero donde ni los españoles ni los menguados votantes tienen arte ni parte. Por supuesto que en esa democratización que parecen las primarias ni siquiera tienen voz los simpatizantes y votantes como hacen en Francia o el Reino Unido.
El PSOE ha sido incapaz de interiorizar que desde el 2008 sus votantes lo han ido abandonando. La derrota estrepitosa del 2011, y todas cuantas le han seguido, tampoco le sirvieron para aceptar que el problema no solo era la gran depresión económica, sino la falta de un proyecto progresista y sus enredos de liderazgo. Con ello han logrado que todo sea peor que hace tres meses, e incluso que hace un mes, pero sin duda mejor que lo que será en meses venideros.
No estamos obligados a entenderlo, pero quienes dirigen el PSOE están obligados a explicarlo. Porque lo lamentable es que no habiendo sido Sánchez una esperanza para el futuro, nadie parece capacitado para construir una solución. Carencias en el proyecto ideológico, drama en su estructura orgánica alejada del mérito y la capacidad. Lo señaló incluso Alfonso Guerra hace cinco años. El PSOE ha comprometido estos meses su futuro.