Dicen, los que saben, que la economía va viento en popa, que estamos en el pelotón de cabeza del crecimiento y que el paro está bajando. Seguro que es cierto. Pero muchos de los jóvenes con los que uno habla manifiestan que están cansados de enviar currículos a todas partes sin resultado, los hijos de varios vecinos siguen fregando copas en Londres o en alguna otra ciudad europea, a la espera de encontrar allí algún empleo más acorde con la titulación universitaria lograda con esfuerzo, mientras otros que acabaron brillantemente sus carreras y ultiman su tesis doctoral, se dan por satisfechos si van logrando encadenar contratos como becarios en proyectos de investigación. El paro, aunque baja lentamente, sigue afectando a cerca de la mitad de nuestros jóvenes.
Mientras, desde el Gobierno siguen diciendo que la creación de empleo es una prioridad, detallan que así figura en el pacto firmado con Ciudadanos, se declaran dispuestos a negociar hasta la extenuación con todo el mundo e incluso se sientan con empresarios y sindicatos para escenificar su disposición.
Pero en el texto del pacto apenas se ve más que expresiones genéricas desgastadas por el uso, en las ofertas de diálogo aparecen rápidamente las menciones a las exigencias de Bruselas de reducir el déficit, o las líneas rojas no traspasables de la reforma laboral o de la política económica, y en las mesas iniciales de negociación apenas hay ofertas concretas.
Tras cerca de un año de inmovilismo, es hora de pasar del postureo a la negociación efectiva. Porque la repetición de elecciones que se esgrime como baza decisiva, sería una demostración de ineptitud absoluta.