Guerra sin cuartel al plumacho de la Pampa. El concello coruñés de Oleiros se pone expeditivo para tratar de acabar con esa vistosa especie que dicen que llegó a Galicia con la autopista y a la que no hay rincón que se le resista. Como ni los medios mecánicos ni los químicos frenan el avance de la planta, los servicios municipales han pasado a una nueva fase: ponerle fuego.
La llegada del plumacho (cortaderia selloana) es relativamente reciente. Fue hacia finales de los 70, como planta ornamental para las medianas de la autopista. Su expansión fue rápida. No solo por la tendencia natural a invadir territorios de forma natural, también porque muchas personas se la llevaron para adornar fincas particulares con esas esbeltas espadañas coronadas con una cola de caballo blanca. Y así hasta convertirse en un problema ambiental de primer orden al que quién sabe si el fuego será capaz de poner coto.
El plumacho de la Pampa es solo una más de las decenas de especies alóctonas que se han hecho sitio en Galicia. En algunos casos su introducción fue voluntaria y con una finalidad claramente económica. Como la patata o el eucalipto: ambos contribuyeron a afrontar tiempos de penuria en muchos hogares, pero en el caso del árbol traído de las antípodas, de paso, nos mudó el paisaje. Avispas velutinas, visón americano, mimosas, cangrejo rojo, helecho de agua o uña de gato son solo algunos ejemplos de especies foráneas que llegaron en las últimas décadas. La historia natural está plagada de invasiones territoriales, pero son ahora mucho más rápidas e intensas. ¿Problema? Que desplazan a las especies autóctonas, causan perjuicios económicos y amenazan con cambiar la faz del país.