Aquellos que despreciamos

Pedro Armas
Pedro Armas EL DEBATE

OPINIÓN

05 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Noam Chomsky sostiene que, si no creemos en la libertad de expresión de aquellos que despreciamos, no creemos en la libertad de expresión, se fija en el derecho del emisor del mensaje. Pero, también existen el derecho del receptor y el derecho de quien es objeto del mensaje. Cuando unos católicos integristas estampan en un autobús el eslogan: «Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva» desprecian a muchos de los lectores y a todos los transexuales. Cuando unos tuiteros ateos fustigan y hostigan en la red a los autores del mensaje, desprecian a muchos internautas y a todos los católicos fundamentalistas. Ser defensor de la libertad de expresión de aquellos que apreciamos, es fácil. Ser seguidor de Chomsky, no lo es tanto. Ser transexual es bastante más difícil que ser católico o tuitero.

La libertad de expresión está en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en la Constitución, pero también en el Código Penal, porque el derecho a expresarse no exime de la responsabilidad y de la posible pena por el mensaje.

En este caso, el problema no es tanto garantizar la libertad de expresión como apoyarse en los que difunden mensajes que incitan a la discriminación y apoyar a una plataforma anacrónica y tradicionalista, que nace y crece de la mano de los segmentos más reaccionarios de la sociedad española (derecha de la derecha, jerarquía eclesiástica, Asociación de Padres Católicos, Foro de la Familia), a fuerza de gritar en las manifestaciones contra el matrimonio gay y de rezar en las misas de la plaza de Colón. Así, tres quinquenios.

En el 2013, todavía fue distinguida como asociación de utilidad pública, con las correspondientes exenciones fiscales, por el mismo ministro que condecoró a la Virgen María con la más alta distinción policial. Ahora muchos se desmarcan de esa plataforma. Para captar adeptos, tal vez tenga que sustituir en el eslogan los términos cultos (pene, vulva) por sus acepciones coloquiales más vulgares.

Otras campañas han tenido el mismo soporte: el autobús. Hace unos años, circulaban por Madrid y Barcelona los llamados buses ateos, con el mensaje: «Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida». Era una campaña de asociaciones particulares de librepensadores que animaban a desprenderse de los dogmas. La libertad de expresión fue apreciada por agnósticos y ateos y fue despreciada por obispos y evangélicos. Hace unos años, circulaban por Valencia autobuses de transporte urbano en cuya trasera podía leerse el mensaje: «Hello, baby, tu cita con el placer». Era un anuncio de casas de citas. La libertad de expresión fue apreciada por propietarios de clubes de alterne y clientes y fue despreciada por los transeúntes que sospechaban que tras el anuncio había trata de blancas. Todos tienen derecho a expresarse, pero tenemos derecho a despreciar a algunos.